Guillermo Vidalón

Posverdad y minería

Posverdad y minería
Guillermo Vidalón
22 de febrero del 2017

El posicionamiento de las mentiras de los antimineros

El 2010 el bloguero David Roberts empleó por primera vez el concepto de “posverdad” en referencia al incremento de la “percepción de la verdad” que se desea fijar en las mentes de las personas. En primer lugar, se debe dejar en claro que quien desea posicionar una percepción de la verdad no está necesariamente interesado en que la verdad sea transmitida; casi siempre la intención es la opuesta: tergiversar la verdad y desinformar.

¿Qué se requiere para que una percepción de la verdad sea asumida por el mayor número de pobladores? Que el argumento a transmitirse —dependiendo del medio de comunicación que se emplee— brinde en apariencia una certeza irrefutable, que se escuche o se aprecie ante los sentidos del oído y la vista como que la percepción es razonable. Quienes la emplean o la formulan establecen una percepción de la verdad mayor, sostenida o alimentada por algunas otras “fuentes razonables” y “documentadas”, provistas de testimonios emotivos que contribuyen a que a la parafernalia montada se le atribuya un mayor carácter de verosimilitud.

Mientras más distantes se encuentren quienes son el objeto de la percepción de la verdad de lo que denominaremos la verdad auténtica, o simplemente la verdad, estos últimos serán más fáciles de manipular o asumirán sin cuestionamiento alguno “la certeza” de la percepción de la verdad. La razón es que difícilmente destinarán un tiempo para dedicarse a investigar o cuestionar la aseveración que se les presenta. Simplemente la aceptarán; por consiguiente, el objetivo del manipulador/titiritero se habrá cumplido.

Lo contrario ocurre cuando los sujetos hacia quienes va dirigida la percepción de la verdad están en posibilidad de refutar, de constatar si lo manifestado es cierto o no. En este caso, lo manifestado por quien o quienes desean posicionar una percepción de la verdad fácilmente puede caer en descrédito, pérdida de reputación y resquebrajamiento de los lazos de confianza.

En el caso de la actividad minera, esta generalmente se desarrolla en áreas distantes a los grandes centros urbanos, y su impacto —positivo o negativo— se da en poblaciones numéricamente pequeñas a las que los medios de comunicación masivos, incluidas las redes sociales, alcanzan en menor medida. A estos grupos de pobladores se les atrae en función a la verdad y no a la construcción de percepción de la verdad. La razón la explicamos en el párrafo anterior: una población pequeña puede fácilmente constatar que lo que se le dice es cierto o no.

Una estrategia comunicativa importante sería decir, por ejemplo: “El desarrollo de un proyecto minero será siempre una oportunidad de desarrollo local, regional y nacional; no obstante, si el efecto final es el contrario y resultase que el perjuicio es mayor que el beneficio, los pobladores en la práctica podrán interrumpir el funcionamiento de la operación”.

De lo que se trata es de que la estrategia comunicativa de la minería tiene que sobreponerse a la estrategia comunicativa de la antiminería, pero con hechos concretos. 1. Si la antiminería dice: Agro sí, minas no, debemos trabajar por el desarrollo del agro local. 2. Si la antiminería dice que se impactará el ganado, instalar una granja donde se demuestre que hacemos el control biológico respectivo. 3. Si la antiminería dice que el entorno a la operación será impactado y que no será posible el aprovechamiento del suelo, sembremos árboles. 4. Si la antiminería dice que se degradará el desarrollo social, presentemos los resultados de más de cincuenta años de operación minera en Moquegua y Tacna, los más altos Índices de Desarrollo Humano y educativos del país. El objetivo es desmontar, con la verdad, las mentiras establecidas por la percepción de verdad que ha instalado la antiminería en la opinión pública.

En el pasado reciente, la antiminería solía afirmar que la minería no pagaba impuestos; inclusive logró que un gran sector de la opinión pública reiterara esta información, carente de toda verdad. No obstante, lograron su objetivo: posicionar una falsedad como percepción de verdad. Muchos años le tomó a las empresas mineras formales desmontar dicha mentira, demostrando y reiterando una y otra vez que sí lo hacían.

La percepción de verdad posicionada por la antiminería es que la minería se contrapone al desarrollo socioproductivo, cuando la verdad es todo lo contrario. Joseph Goebbels (el manipulador y propagandista del hitlerismo nazi de la segunda Guerra Mundial) acuñó la frase: “Miente, miente que algo queda”. Parece que la antiminería es uno de sus más fervientes seguidores.

Tengamos presente que la antiminería en el Perú es principalmente una herramienta que viene siendo empleada con fines políticos y también económicos, para alcanzar notoriedad entre los electores y asirse del poder.

Por Guillermo Vidalón del Pino

Guillermo Vidalón
22 de febrero del 2017

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