Las bancadas de la centro derecha –entre ellas Fuerza Po...
Enero avanza y el presidente Castillo no se atreve a hacer lo que indica cualquier manual de política para enfrentar una crisis general: cambiar el Gabinete. Si bien en el Ejecutivo y en el Consejo de Ministros que preside Mirtha Vásquez ya no se habla de asamblea constituyente ni se promueven nacionalizaciones –que han desplomado la inversión privada en este año– la desconfianza de las mayorías, de las instituciones y los inversionistas continúan.
En este contexto, el Perú aparece empantanado con un Ejecutivo que no puede implementar ninguna de sus propuestas al margen de la Constitución y un sistema republicano que se opone y resiste a cualquier intento gubernamental de actuar fuera del texto constitucional.
¿Cómo salimos de este naufragio que, sobre todo, terminará ahogando al propio presidente Castillo? La única manera: un cambio general del Gabinete. La señora Vásquez al frente de la PCM no inspira la menor confianza, sobre todo luego de haber dejado en claro que los objetivos de su gestión son funcionales a las estrategias antimineras, en el preciso momento en que los precios de los minerales podrían generar bonanza y reducción de pobreza en el país.
La conducta del Ejecutivo en el caso del cierre unilateral de cuatro minas –en contra de la Constitución y las leyes– en el sur de Ayacucho, la voluntad de empoderar a las minorías radicales en Las Bambas y la renuncia al principio de autoridad en las zonas mineras son motivos más que suficientes para que la señora Vásquez se aleje de la responsabilidad. Cuando el problema principal del Perú es reactivar la economía y promover inversiones, ¿cómo se puede mantener un Gabinete abiertamente anti inversión?
El señor Castillo, entonces, más que nadie está urgido de cambiar el Gabinete si pretende crear un momento político diferente. Hasta hoy el jefe de Estado solo ha promovido la destrucción del país con sus anuncios de la constituyente y las nacionalizaciones. Una destrucción que, al mismo tiempo, está derribando la imagen presidencial en todos los sentidos. Si el presidente Castillo no es capaz de entender la tendencia autodestructiva en que se encuentra, él mismo será responsable del colapso de su administración.
Los cinco meses de gestión de Castillo en el 2021 han logrado lo que parecía imposible: detener tres décadas de crecimiento y de proceso de reducción de pobreza. Una verdadera hazaña para cualquier proyecto comunista y colectivista. Sin embargo, si ese proceso de destrucción nacional se consolida, a estas alturas, es incuestionable que también se llevará a la administración Castillo.
Por todas estas consideraciones, el jefe de Estado debería ser el más interesado en crear un momento diferente para la actual crisis política. Y la única manera posible de conseguir ese objetivo pasa por el urgente cambio del Gabinete.
Igualmente ha quedado claro que si el jefe de Estado convoca un nuevo equipo con las corrientes comunistas, colectivistas y progresistas, de una u otra manera los vientos en contra de las inversiones privadas y el crecimiento volverán a soplar. Dos gabinetes consecutivos de izquierda, la misma crisis, los mismos problemas y la destrucción de la administración Castillo.
El Perú entonces necesita un nuevo gabinete en el que se convoque a amplios sectores del espectro político nacional y se restablezca la confianza en las mayorías, los mercados y los inversionistas nacionales y extranjeros. En otras palabras, la única manera de seguir reduciendo la pobreza.
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