Las bancadas de la centro derecha –entre ellas Fuerza Po...
Con franqueza sorprendente, la congresista electa Zaira Arias, de Perú Libre, sostuvo que en un eventual gobierno de Pedro Castillo se convocará en seis meses a una asamblea constituyente. Ante los cuestionamientos acerca del papel del nuevo Legislativo y de los mandatos de la Constitución de 1993, la congresista comunista pidió “evitar confusiones”, porque ella estaba hablando de disolver el Congreso que se instalará este 28 de julio.
La mencionada congresista ignora o no le interesa que la Constitución de 1993 establece los mecanismos y procedimientos para reformar la Carta Política. Igualmente, no le interesa que la posibilidad de una constituyente, para que sea constitucional y legal, necesariamente tendría que expresar una decisión soberana del nuevo Congreso. Y, al parecer, a Pedro Castillo, Vladimir Cerrón y demás activistas de Perú Libre, semejantes argumentos constitucionales y republicanos también les parecen nimiedades.
¿Cuál es el trasfondo de la propuesta de una constituyente? A nuestro entender Perú Libre, Vladimir Cerrón, Pedro Castillo y los demás activistas de este movimiento, si bien forman parte del eje bolivariano La Habana-Caracas-La Paz, tienen algunas particularidades con respecto a la ortodoxia marxista. Doctrinariamente se consideran marxistas leninistas mariateguistas. El programa y la ideología del leninismo es uno solo: el asalto del poder. La máxima acerca de que “salvo el poder, todo es ilusión”, lo resume todo. Bajo esta perspectiva, los marxistas leninistas tienen obligatoriamente que considerar el ingreso de Pedro Castillo a la segunda vuelta como un momento excepcional de “acumulación de fuerzas en su estrategia de poder”, ya sea ganando las elecciones o perdiendo los comicios.
La congresista Arias, en la práctica, ha señalado que ganar las elecciones con la actual Constitución no es tomar el poder. Se requiere, pues, el golpe desde la cúspide del Estado que lleve a la constituyente.
En caso de perder las elecciones también el leninismo debe considerar un plan de acumulación de fuerzas. Castillo y Cerrón en más de una ocasión han señalado que sus aliados naturales son Walter Aduviri, ex gobernador de Puno; Elmer Cáceres Llica, gobernador de Arequipa; Zenón Cuevas, gobernador de Cajamarca; y Gregorio Santos, ex gobernador de Cajamarca. Todos estos líderes comunistas regionales se han caracterizado por su clara oposición a las inversiones mineras y en recursos naturales.
Antes de la primera vuelta, los más diversos y heterogéneos movimientos comunistas radicales desarrollaron cuatro encuentros macrorregionales en el sur con el objeto de organizar una gran huelga contra las principales inversiones mineras de la zona, que producen más del 60% del cobre nacional. Finalmente, los acuerdos apuntaron a desarrollar un gran paro en el sur luego de las elecciones nacionales.
Es evidente entonces que, en caso de perder las elecciones, Pedro Castillo y Perú Libre lanzarán “una ofensiva de masas”, buscando paralizar la región sur y, a partir de allí, detener la economía nacional y deslegitimar el sistema republicano hasta derrumbarlo. La destrucción del aparato policial de parte del progresismo morado y las movilizaciones contra la derogada Ley de Promoción Agraria apenas fueron pálidos ensayos.
La República, los republicanos y los demócratas, entonces, enfrentamos una terrible disyuntiva: o defendemos las libertades políticas y económicas o dejamos que el Perú caiga en manos del comunismo.
La estrategia del asalto al poder leninista combina la lucha electoral, la participación en las instituciones del “Estado burgués” –para dinamitar “la institucionalidad reaccionaria” desde adentro– con la acción directa de masas y la construcción del poder popular (léase soviets). Esta estrategia se aplicó en la Rusia zarista con la participación de los bolcheviques en la Duma zarista, y la ejecutan actualmente todos los proyectos bolivarianos en la región. Hugo Chávez llegó al poder mediante elecciones para instaurar la actual dictadura venezolana. Igualmente, Evo Morales utilizó las elecciones para sojuzgar a las instituciones y encarcelar a los dirigentes opositores.
Como se aprecia, todo está en juego en esta segunda vuelta. Esta vez no se trata del colectivismo nasserista del velasquismo, sino del colectivismo comunista más ortodoxo que, cuando llega al poder, suele inaugurar décadas de una densa noche totalitaria.
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