La censura del ministro de Energía y Minas, Rómu...
Uno de los sueños de los proyectos estatistas y colectivistas es desvincular la democracia y el ejercicio de las libertades del desarrollo del capitalismo, como si fuera posible imaginar una sociedad abierta sin una abrumadora mayoría del sector privado en la economía.
La estrategia estatista busca que la democracia sea aséptica con respecto a la contradicción capitalismo versus anticapitalismo, y pretende que los proyectos colectivistas se emparejen con las propuestas promercado. Algo así no sucede en ninguna democracia longeva del planeta. En todo caso, ¿en qué lugar existe libertad donde el Estado controla la economía? Que se sepa Venezuela, Corea del Norte, Cuba y las teocracias islámicas no son sociedades abiertas.
¿A qué viene todo esto? Uno de los grandes retos del flamante presidente Martín Vizcarra es relanzar el crecimiento económico y el proceso de reducción de pobreza. O para decirlo sin subterfugios, relanzar el crecimiento capitalista que acumula un cuarto de siglo y que ha reducido la pobreza del 60% a solo 20% de la población y ha expandido las clases medias como nunca en nuestra historia.
La única manera de relanzar el crecimiento en democracia es que la propia democracia desarrolle una segunda ola de reformas que permitan reactivar la inversión privada y multiplicar las posibilidades de negocios de la sociedad. Hasta hoy la expansión económica del último cuarto de siglo solo se fundamenta en las reformas económicas desarrolladas en los noventa: privatizaciones y final del Estado empresario, desregulación de los mercados, cancelación del control de precios y superación del proteccionismo mediante la firma de tratados comerciales.
Las señaladas reformas de los noventa han sido tan sólidas y poderosas que hasta hoy permiten que la economía siga creciendo, no obstante la crisis de gobernabilidad y la casi perpetua crisis política. Sin embargo el impulso reformista de dos décadas atrás comienza a agotarse y el Perú empieza a perder posiciones en todos los rankings de competitividad mundial y de clima de negocios.
Las cifras no mienten. El crecimiento proyectado de 4% para el 2017 apenas llegó al 2.5%, una expansión insuficiente para seguir reduciendo pobreza. Igualmente el Ejecutivo se propuso un déficit fiscal de 3% del PBI; pero el déficit del 2017 cerrará en 3.2%, en medio de una caída de los ingresos tributarios. En este contexto, la inversión privada, pese a crecer en los últimos meses, siguió su caída sostenida y todos los indicadores parecen señalar que los círculos virtuosos de los últimos 25 años están en paréntesis. La explicación de esta situación: la democracia no ha sido capaz de desarrollar una segunda ola de reformas para que el capitalismo continúe con su intrínseca naturaleza de reducir pobreza.
Si el país no resuelve los problemas institucionales que lo atraviesan y organiza una justicia predecible que genere confianza en los ciudadanos y los actores económicos, los ciclos virtuosos de la inversión no regresarán. Asimismo la sobrerregulada y costosa legislación laboral se ha convertido en el peor enemigo de los trabajadores al arrojar a las pequeñas empresas a la informalidad. Ni qué decir la urgente necesidad de recuperar los tiempos perdidos en las reformas de la educación y de la salud. En cuanto a los déficits de infraestructura existe un sobrediagnóstico de los problemas, pero escasa voluntad del Estado para resolverlos.
Sin estas reformas que agreguen competitividad a la economía, que resuelvan los problemas de las infraestructuras institucionales, legales y físicas, que necesitan los actores del mercado, y que organicen una fuerza laboral innovadora y creativa, la economía no volverá a brillar como alguna vez lo hizo en la región y el mundo. Y, por el contrario, comenzará una lenta regresión a las fórmulas estatistas y colectivistas que solo empobrecen a las sociedades.
Poner a la democracia peruana en modo de reformas, entonces, es un asunto de vida y muerte para el éxito de la administración Martín Vizcarra. Y también del propio Legislativo, que se ha dedicado a acentuar su perfil opositor en los dos años del pasado Gobierno de PPK.
COMENTARIOS