Las bancadas de la centro derecha –entre ellas Fuerza Po...
El Jurado Nacional de Elecciones (JNE) continúa con su decisión de llevar el proceso electoral sin aceptar la demanda de un sector del país de contrastar todas las actas cuestionadas con el padrón electoral. Mientras se desarrolla este proceso el país continúa polarizado social y políticamente, y las calles del centro de Lima se convierten en geografías de batallas y enfrentamientos entre quienes exigen transparencia electoral y quienes demandan que se proclame a uno de los candidatos.
Todos estos hechos dramáticos, que evocan los peores momentos republicanos del siglo XIX, suceden a una semana y días de conmemorarse el Bicentenario de la Independencia. El segundo siglo de la independencia de la metrópoli, entonces, se convierte en una suma de fracasos para los peruanos. Y el mundo contempla abismado cómo el milagro económico de ayer, la promesa de las sociedades emergentes de unos años atrás, se desmorona ladrillo por ladrillo.
Es incuestionable la responsabilidad ante la historia de la mayoría de miembros del JNE, que se niega a cumplir con el debido proceso electoral. Considerando que el país está quebrado en dos sectores que amenazan con enfrentarse, realmente es difícil entender la decisión de la mayoría de los miembros del JNE.
De otro lado, es necesario comprender que la intensidad de la polarización nacional no solo se explica por la disputa de los votos y los cuestionamientos de un sector, sino también, y sobre todo, por el programa de Perú Libre, que propone convocar una asamblea constituyente y colectivizar la economía. Para la absoluta mayoría de los peruanos –es decir, posiblemente para el 70% de la ciudadanía– esta propuesta es inaceptable, considerando que la actual Constitución y el modelo económico han posibilitado logros institucionales y económicos nunca antes vistos en la historia republicana.
La absoluta mayoría de los peruanos entiende que si Pedro Castillo obtuvo cerca del 50% de los votos se explica por el extendido relato antifujimorista que se organizó en las últimas tres décadas. De ninguna manera por la adhesión a un programa que propone quebrar la Constitución mediante “un abierto golpe de Estado de masas” y la construcción de un poder político, social y militar, alternativo al sistema republicano.
¿Exageraciones de una mentalidad de derecha? De ninguna manera. El señor Pedro Castillo ha tenido varias semanas para despejar estas dudas, descartar el camino de la constituyente, la colectivización de la economía, e iniciar un camino de distensión nacional, pero no lo ha hecho. ¿Por qué? Todo indica que no puede hacerlo por sus vínculos con los marxismos maoístas, procubanos y progresistas.
Bajo este escenario el proceso de construcción republicana comienza a desmoronarse ladrillo por ladrillo, y la posibilidad de la proclamación de un jefe de Estado con cuestionamiento a la legitimidad de origen, simplemente, intensificará la polarización y el enfrentamiento que atraviesa a la sociedad.
De esta manera la construcción republicana, el crecimiento y el proceso de reducción de pobreza se convierten en un fracaso de principio a fin. El Perú vuelve a desmoronarse y a reeditar los faccionalismos que caracterizaron a la naciente república del siglo XIX. En política e instituciones, entonces, las cosas se congelaron desde tiempos de la Independencia.
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