La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Algunos consideran que las ideas y los relatos poco tienen que ver con las realidades sociales. Se equivocan de principio a fin. Las sociedades podrían ser definidas como diferentes partes convergiendo en un todo a través de las narrativas que luego se expresan en leyes, normas y acciones políticas. Los relatos constructivos fomentarán la construcción de estados de derechos y sociedades bajo el imperio de la ley.
En el Perú, el Informe de la Comisión de la Verdad –en la que se habló de un supuesto “conflicto armado interno” y de “una violación sistemática de Derechos Humanos”– desarrolló una narrativa de dos bandos enfrentados, de una lucha entre el bien y el mal, que se materializó en la terrible polarización entre fujimoristas versus antifujimoristas. Desde esa gran narrativa todo se polarizó en la política, se desencadenó la brutal judicialización de lo público y, finalmente, se encumbró al poder a Pedro Castillo, el candidato menos preparado para el cargo en la historia republicana.
Las narrativas tienen tanta fuerza sobre los procesos políticos que Pedro Pablo Kuzcynski, en una entrevista para El País, luego de ganar las elecciones en el 2016, señalaba que no todos los 73 congresistas del fujimorismo eran de ese partido. Agregaba que 30 de ellos se habían subido al carro y “que había que jalárselos”. Asimismo, sostenía que no iba a indultar a Alberto Fujimori por iniciativa propia, aunque iba a respetar las decisiones del Congreso al respecto. Las declaraciones de PPK, pues, también eran gritos de guerra.
La reseña de estas declaraciones de PPK de ninguna manera pretenden exculpar las graves responsabilidades de Fuerza Popular en el enfrentamiento entre pepekausas y fujimoristas. El objetivo es revelar la enorme fuerza de las narrativas en los procesos sociales y subrayar que, desde la guerra entre esas dos derechas en el 2016 –una tecnocrática y otra popular– empezó el declive del milagro peruano. La sucesión de Martín Vizcarra, el cierre inconstitucional del Congreso, el golpe de masas contra el Gobierno de Manuel Merino y la elección de Castillo, el bajo crecimiento de la economía y la imposibilidad de seguir reduciendo la pobreza provienen de esa guerra absurda entre las dos derechas.
Allí reside la enorme importancia de superar estos relatos y leyendas en el camino hacia las elecciones del 2026 en el Perú. De ninguna manera debe repetirse este escenario que condenaría al país a otro capítulo más de autodestrucción, que nos arrojaría al abismo.
Siempre vale recordar que una de las características del progresismo neocomunista es la construcción de relatos y narrativas para desarrollar una estrategia de poder. Conscientes de que el hombre no solo se alimenta de pan, sino también de fábulas e historias, suelen organizar relatos que definen a una sociedad. Por ejemplo, en Chile el progresismo construyó la narrativa entre pinochetistas y antipinochetistas y, de pronto, la sociedad con el ingreso per cápita más alto y con menos pobreza en América Latina se sumergió en un “momento constituyente” que terminó paralizando el milagro económico del sur. En Colombia, igualmente, se promovió la polarización entre uribistas y antiuribistas hasta que Gustavo Petro se encumbró en el poder. En Francia se acaba de promover la guerra entre “los demócratas y la ultraderecha” hasta que, finalmente, las izquierdas neocomunistas se convirtieron en mayoría.
De allí la enorme importancia de superar estos relatos que promueven la exclusión y el aniquilamiento de los adversarios en base a leyendas y falsos relatos. Por ejemplo, la guerra contrasubversiva en el Perú, probablemente, fue una de las mayores participaciones campesinas en contra del terrorismo en toda la región. Es decir, una de las más democráticas. Sin embargo, el progresismo habla de “violación sistemática de DD.HH.”.
Si el Perú no supera estas fábulas de autodestrucción la involución y la autodestrucción continuarán.
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