Solución política a la desaceleración

Las raíces políticas e institucionales del menor crecimiento económico

El triunfo de Gregorio Santos del MAS (Patria Roja) a la presidencia regional de Cajamarca con el 49% de los votos y el ingreso de Michel Martínez a la segunda vuelta en Apurímac presentan un panorama sombrío para la minería del país y a la lucha contra la desaceleración de la economía.

Ambos dirigentes son conocidos por representar proyectos del colectivismo radical con identidad anti minera en dos departamentos que suman cerca de US$ 17,000 millones en proyectos de inversión. No solo la posibilidad de que se relance Conga en Cajamarca aparece remota sino que otros proyectos en camino podrían peligrar. Todo esto sucede cuando la desaceleración de la economía indica que el 2014 el Perú apenas crecerá 3% del PBI y que nada asegura que se retomará los previos niveles de expansión económica del 6%.

Señales clarísimas que nos dicen lo siguiente: para construir una sociedad con democracia y economía de mercado no solo es necesario tener buena macroeconomía y excelentes tecnócratas, sino que también se requiere políticos, partidos y espacio público constructivo. Si se trata de simplificar las cosas cualquiera podría afirmar con plena justicia que una de las principales causas de la desaceleración económica es la crisis política. El triunfo de Santos y las posibilidades de Martínez solo se pueden explicar desde la política.

Según el economista Juan Mendoza si solo consideramos 7 proyectos mineros paralizados que debieron entrar en producción a fines del 2014 y el 2015, éstos habrían agregado entre 1.2% y 1.5% a la tasa de crecimiento del PBI del 2013 y el 2014. ¿Por qué se paralizaron Conga, Galeno, Cañariaco, Shahuindo, Quechua, Hilarión y Haquira? Por problemas socio ambientales con las comunidades y localidades adyacentes de los proyectos y por las benditas sobrerregulaciones que crea el Estado –sobre todo el Ministerio de Ambiente- para levantar un bosque de 400 trámites y 180 normas que, virtualmente, ahorcan a los proyectos de inversión.

Los resultados están sobre la mesa: en el primer semestre del 2014 la tasa de inversión minera cayó en 4.8% y todo indica que el 2015 y el 2016 caerá en más de 5% mientras que los pronósticos de crecimiento del PBI siguen a la baja. Para ser justos en estos asuntos algo tiene que ver la coyuntura internacional, pero los pecados mortales vienen de la política.

El triunfo de Santos, las posibilidades de Martínez, los emprendimientos mineros paralizados son responsabilidades políticas del gobierno, de los ministros, los partidos, y la oposición. En muchos lugares ante el abandono del Estado y la ira anti estatal no existe alternativa ante los colectivismos radicales.

No hay mercado sin estado y tampoco hay democracia sin buena política. ¿Cuántas denuncias se han hecho contra las sobrerregulaciones del sector Ambiente que nacen de criterios puramente ideológicos contra la minería? ¿Qué nos tienen que decir el fujimorismo y el aprismo frente al abandono de regiones enteras ante el colectivismo radical? ¿Volverá el régimen a jugar con el fuego autodestructivo de los guiños estatistas (compra frustrada de La Pampilla)? Semejantes interrogantes vienen del universo estricto de la política.

En el Perú nos hemos creído el cuento de que los tecnócratas son dioses que pueden delinear las reformas y llevar las naves a buen puerto. Quizá funcionen así las cosas en dictaduras, donde el espacio público está censurado y los partidos, religiones o mayorías excluyentes ejercen el poder. Pero en una sociedad abierta como la del Perú no hay futuro sin política. De allí la importancia de comenzar a discutir abiertamente los escenarios posibles del 2016 con todas las mayúsculas y minúsculas.