Editorial Política

Sin contrapesos, la democracia muere

La polarización que devora las instituciones

Sin contrapesos, la democracia muere
  • 25 de diciembre del 2017

 

El jueves pasado, día establecido para que el Congreso votara por la vacancia presidencial, una aplastante mayoría mediática y la casi totalidad de voces en la prensa habían asumido el criterio planteado por el Gobierno acerca de que se estaba “violando el debido proceso” y que la decisión de vacar al jefe de Estado era un virtual “golpe de Estado de Fuerza Popular” para alcanzar el poder. Al margen de lo discutible de la argumentación, sorprendía la manera cómo se lanzaba una ofensiva mediática parecida a una segunda vuelta electoral dramática; y cómo a Fuerza Popular, como se dice, no le entraban balas. Por el contrario, este movimiento político parecía interesado en hacer todo lo contrario al humor mediático.

Unos días antes del proceso de vacancia presidencial, el fiscal José Domingo Pérez había allanado los locales de Fuerza Popular con argumentos procesales absolutamente discutibles. Sin embargo en esa abrumadora mayoría mediática, o en la mayoría de opiniones en los medios, no hubo preguntas ni dudas acerca de la medida. Semejante conducta sucedía no obstante que Odebrecht había señalado (en Curitiba) aportes millonarios para las campañas del Partido Nacionalista y la campaña del “No” en la revocatoria municipal a Susana Villarán; y pese también a que los políticos comprometidos negaban los mencionados aportes brasileños. Sin embargo Domingo Pérez no allanó los locales del nacionalismo ni ningún otro establecimiento de los seguidores de Villarán.

¿A qué vamos? Lo que pretendemos señalar es que en la democracia peruana y en la opinión pública peruana se han perdido los contrapesos y equilibrios que caracterizan a las sociedades abiertas. El antifujimorismo se ha convertido en un poderoso detergente que puede limpiar robos e irregularidades, y que permite la utilización política de entidades tutelares de la justicia para judicializar a los adversarios y hacer todo tipo de estropicios. Y si a estos hechos le sumamos las sobrerreacciones y contraataques de Fuerza Popular, entonces tenemos el escenario perfecto para que la polarización termine devorándose a las instituciones y a la democracia.

Cuando se justificaban los allanamientos de Domingo Pérez se solía decir que la medida era legal. Indudablemente que era legal. Cuando se defendía el proceso de vacancia presidencial frente a las críticas de “violación del debido proceso”, se respondía que todo era constitucional. ¿Por qué una sociedad democrática enfrenta semejantes situaciones? La respuesta es simple: la falta de contrapesos, equilibrios y equidistancias está jaloneando a las instituciones. Y la historia nos enseña que la ley se puede estirar como un chicle para destruir al adversario.

No hay democracia solo con el respeto a la ley. Los padres fundadores, que habían padecido la esclavitud de ley regia y la arbitrariedad de los funcionarios reales que aplicaban las normas, entendieron que solo con la ley no es suficiente: se necesitaba multiplicar los contrapesos. De allí que la Constitución de Estados Unidos se caracteriza por sumar equilibrios tras equilibrio. Sin embargo lo fundamental es que en toda sociedad democrática deben existir esos contrapesos que ahoguen las eventuales polarizaciones en curso.

En las dos reuniones que desarrollaron el presidente Kuczynski y Keiko Fujimori se reveló la ausencia de contrapesos en la democracia peruana. El Cardenal Juan Luis Cipriani animó a la primera junta, pero la izquierda caviar sectaria intentó deslegitimar su papel. En la segunda convocatoria, se intentó convocar al patriarca Luis Bedoya Reyes para concretar acuerdos, pero una vez más la sectaria izquierda caviar palaciega se opuso a la presencia del líder socialcristiano. Después de esas tentativas no existían espacios intermedios con autoridad para convocar y buscar la reflexión en los actores de la polarización política. La mayoría de ex presidentes no solo estaban cuestionados por irregularidades, sino que eran actores principales de la polarización política.

El 2017 se contempló uno de los mayores choques de poderes constitucionales en nuestra historia republicana que no ha culminado en una vacancia presidencial, pero la democracia ha quedado herida de extrema gravedad. Y en esta dramática situación no solo existe responsabilidad en las sobrerreacciones de Fuerza Popular, sino sobre todo del nuevo yihadismo que ha surgido en la sociedad y que también permea a sectores del oficialismo. Hablamos del extremismo que considera posible organizar una democracia con la exclusión del fujimorismo del sistema democrático.

 

  • 25 de diciembre del 2017

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