Luego de las denuncias sobre el mal uso de miles de millones d...
Superar la guerra política Ejecutivo versus Legislativo es una condición impostergable para detener la erosión de la autoridad del Estado democrático. Un erosión que podemos apreciar, por ejemplo, en el Corredor Minero del Sur, en donde los sectores comunistas y radicales alientan un desborde social, una bolivianización de los conflictos.
Si los dos poderes elegidos mediante el sufragio, si las dos entidades que representan la soberanía popular —es decir, el Ejecutivo y el Legislativo— están en guerra sin cuartel, la República está condenada a perecer. Y si un peligroso empate de fuerzas nos indica que el conflicto solo apunta al colapso institucional y económico de la actual experiencia republicana, ¿acaso no ha llegado el momento de arriar banderas y pensar en preservar la República? ¿Acaso no ha llegado la hora de establecer treguas para salvar la economía y evitar que aumenten los más de seis millones de pobres del Perú?
Ante las dos solicitudes de diálogo directo, cara a cara y sin intermediarios, que le planteó el titular del Congreso, Pedro Olaechea, al jefe de Estado, este ha respondido aceptando la iniciativa. En el acto, Olaechea, a través de un tuit, le propuso a Vizcarra que fije fecha y hora, e incluso le planteó la Iglesia de San Francisco como el espacio del encuentro entre ambos, un lugar equidistante de los edificios del Ejecutivo y del Legislativo. En cualquier caso, tanto la respuesta de Vizcarra como la propuesta de Olaechea constituyen los primeros actos políticos desde el referendo pasado. De una u otra manera son gestos que, de concretarse, podrían evocar momentos claves de nuestra historia republicana, en los que rivales enconados dieron pasos hacia acuerdos y entendimientos. Allí están los ejemplos de las audacias republicanas de Víctor Raúl Haya de la Torre.
Si los titulares de ambos poderes del Estado logran reunirse sin intermediarios, como hacen los líderes que pretenden organizar la paz —en este caso la estabilidad y la viabilidad de las instituciones republicanas—, nada es imposible por bien de la República. Desde un gabinete de unidad nacional, pasando por el estado de emergencia en el sur para recuperar la autoridad del Estado democrático, hasta una decisión de acabar con la extrema judicialización de la política, que amenaza con devorarse las instituciones republicanas.
En este escenario, está sobre la mesa la posibilidad de elaborar, entre el Ejecutivo y Legislativo, una agenda de reformas económicas y sociales para relanzar el crecimiento, la inversión privada y pública y el proceso de reducción de pobreza. De alguna manera la guerra política ha postergado la urgencia de estas reformas para resucitar una economía que comienza a lentificarse, creando un escenario recesivo.
Por todas estas consideraciones, los peruanos de buena voluntad solo podemos esperar que se concrete la reunión entre el presidente Vizcarra y el titular del Legislativo para que la política constructiva vuelva a predominar en el espacio público. Sin embargo, en estos momentos delicados para la República, vale señalar que cualquier acuerdo o salida política solo puede ser viable dentro de los marcos de la Constitución. Nada fuera de ella. En cualquier caso, los republicanos deben permanecer vigilantes ante cualquier exabrupto autoritario, porque están más que obligados a defender dos décadas de experiencia republicana.
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