La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Crecimiento e inversión privada versus gasto estatal
Luego del mensaje de Fiestas Patrias y después de recuperar algunos puntos de popularidad, el presidente Ollanta Humala ha seguido desarrollando un discurso que deja entrever la ubicación programática del nacionalismo en las próximas elecciones. Si bien el oficialismo sigue fragmentándose y los especialistas le otorgan poca chance, Humala delinea un discurso claramente electoral en base al gasto social.
El jefe de estado, por ejemplo, acaba de emplazar a los candidatos presidenciales a que no le toquen los programas sociales. “No deben reducir el alcance de los programas sociales porque son conquistas obtenidas por el pueblo”, dijo. De una u otra manera, el nacionalismo pretende señalarnos que la clave para reducir pobreza radica en el gasto del estado.
En este Portal hemos sostenido que la impresionante reducción de pobreza del 60% de la población a solo 22% en las últimas dos décadas solo se puede explicar por las altas tasas de crecimiento del PBI en base a la inversión privada. Si miramos la historia de la humanidad los únicos motores anti pobreza que han funcionado también han sido el crecimiento en base al sector privado.
A veces el estado puede convertirse en un motor anti pobreza, tal como sucedió en ciertas décadas en los países de la ex Unión Soviética o como acaba de pasar en Venezuela y Brasil. Pero al final del día, semejantes motores se apagan y no pueden sostenerse en el tiempo. Por ejemplo, hoy Venezuela y Brasil, hundidos en la recesión, aumentan pobreza y estancan la lucha general de América Latina contra este flagelo.
Pero lo más grave de la idea de que el estado es un motor anti pobreza eficaz es que termina envileciendo la política. El programa social es el espacio de las dádivas, de las clientelas, sobre los cuales navegan los autoritarismos de diverso apellido. Es el lugar donde el beneficiado se convierte en un ciudadano de segunda clase, en un voto que se consigue con un mendrugo de pan.
El debate no es asunto ideológico, es uno real, técnico. En la década pasada Perú y Brasil fueron campeones en reducción de pobreza en América Latina. Más del 20% de sus respectivas poblaciones abandonaron esa abyecta condición. Pero con una gran diferencia: el gasto social per cápita en Brasil fue cuatro veces más que el peruano, según cifras de la Comisión Económica para América Latina. Solo basta recordar las movilizaciones estatales brasileras a través de los programas Hambre Cero y Bolsa Familia.
En Brasil el gasto social fue impresionante. En Perú lo asombroso fue el crecimiento y la inversión privada. Dos resultados aparentemente iguales, pero el incremento de pobreza extrema en Brasil del 2014 nos revela donde están los fracasos. Y todo indica que las cosas empeorarán en el 2015.
En vez de asumir el papel de estadista y tomar el rábano por las hojas en las causas de la desaceleración económica, el jefe de estado se pone la casaca garota y nos empieza a contar la historia que fracasa en el gigante de Sudamérica. En todo caso, un indicador más de que la gobernabilidad será engullida no solo por la polarización entre oficialismo y oposición, la propia campaña electoral, sino por las estrategias electorales del nacionalismo hacia el 2016.
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