Las bancadas de la centro derecha –entre ellas Fuerza Po...
Un error de mercado sirve de pretexto para ofensiva estatista
En la última semana nuestra sociedad experimentó un típico problema que suele presentarse en las economías de mercado de todo el planeta: el etiquetado del producto Pura Vida no reflejaba la realidad, porque señalaba que se trataba de leche evaporada cuando, en realidad, era un producto lácteo que solo contenía 60% de leche (más allá de que se mencionen los otros componentes del producto). La Sala de Protección de Defensa del Consumidor del Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual (Indecopi) estableció que se retire el producto del mercado temporalmente hasta que la Dirección General de Salud Ambiental (Digesa) se pronuncie sobre el registro sanitario del producto.
El señalado incidente corresponde a las faltas que suelen cometer las corporaciones de las economías abiertas cuando los departamentos de marketing —en el afán de expandir las ventas— sacrifican el planeamiento estratégico de las compañías, afectando el derecho a información de los consumidores. Repetimos que es el típico error en el que, en ocasiones, caen las empresas de las economía desarrolladas, incluso las periodísticas. Por ejemplo, recordemos las disculpas ofrecidas por The New York Times y los mejores periódicos del planeta ante errores de información para los consumidores.
Ante semejantes yerros nuestra legislación establece las multas correspondientes y la obligación de rectificar la información de la etiqueta cuestionada. Sin embargo, luego de conocerse el caso, en el Perú hubo una avalancha informativa “a favor de los consumidores y en contra de las empresas que solo buscan la ganancia”. Los organismos de consumidores presentaron denuncias en contra de casi “todos los productos lácteos”, los ganaderos aprovecharon para exigir la medida mercantilista de prohibir “la importación de leche en polvo”, mientras que los portales de izquierda comenzaban a desarrollar un festín ideológico en contra de las empresas y la economía de mercado.
El defensor del Pueblo, Walter Gutiérrez, ratificó su inclinación por el “figuretismo” e intentó erigirse como el campeón de los consumidores señalando que “las instituciones no están funcionando. Por eso vamos a ver cómo está diseñada la arquitectura estatal de Indecopi —y demás instituciones que protegen al consumidor— para ver qué tanto la estructura está pensada para que se aplique el Código de Protección del Consumidor. Y vamos a ver cómo resuelven los casos también”.
De un solo plumazo el señor Gutiérrez se soplaba 25 años de economía de mercado y de un modelo de regulación que ha permitido, por primera vez en nuestra historia, que surja una sociedad de consumidores. De pronto, el defensor y algunos congresistas, parecían competir en quién era el primero en arrinconar a “las empresas enemigas de los consumidores”.
Bueno, al margen de que sean conscientes o no, defensor y congresistas cayeron en la prédica ideológica de la izquierda. ¿Por qué? Si en el Perú hoy existen millones de consumidores es por una sola razón: por las reformas económicas de los años noventa que permitieron gestar el sector privado más poderoso y extendido de nuestra historia. El consumidor solo existe cuando existe pluralidad de oferta; es decir, sector privado enorme y más de una alternativa. Cuando no hay empresa privada y solo el Estado es el titular de la oferta no existen consumidores, sino esclavos. En Venezuela solo el Estado es el titular de la oferta y no hay consumidores, hay desesperados que se arranchan los productos de primera necesidad.
Si bien es cierto que en el Perú falta afinar las regulaciones a favor de los consumidores, sostener que no se cumple el Código de Protección de Defensa del Consumidor es una de las ligerezas antimercado a las que ya nos tiene acostumbrados Walter Gutiérrez. Por ejemplo, en la historia del Perú nunca se tuvo el nivel de servicio en teléfonos, energía, gas y otros, gracias a la gestión de los privados. Igualmente, nunca el mercado de cereales y lácteos había llegado al nivel de oferta y precios del que hoy se goza en nuestra sociedad. Las cosas deben mejorar, es verdad, pero todo es demasiado distante de la ligereza del defensor.
Cuando surgen los debates alrededor de los derechos de los consumidores siempre vale recordar que se trata de un debate típico de todas las economías de mercado, y que sin empresas no hay consumidores. Igualmente vale recordar que, desde la caída del Muro de Berlín, la izquierda desarrolla todo tipo de estratagemas para utilizar los problemas del medio ambiente, la igualdad de género y ahora el de los consumidores, para llevar agua para su molino y consolidar sus propuestas antimercado.
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