Editorial Política

¡Organizar la unidad nacional para superar tragedia de Castillo y Perú Libre!

Deben participar los sectores que anteponen al Perú como proyecto

¡Organizar la unidad nacional para superar tragedia de Castillo y Perú Libre!
  • 15 de abril del 2022


La magnitud de la destrucción nacional que ha desatado el Gobierno de Pedro Castillo, a estas alturas, asemeja a los efectos devastadores de una fuerza de invasión externa. Por esta razón, todos los sectores que apuestan por el Perú y la peruanidad como proyecto están más que obligados a construir la unidad nacional, superando las heridas y cicatrices nacionales causadas por una guerra política absurda, luego de la caída del fujimorato a inicios del nuevo milenio.

La destrucción institucional del Estado peruano avanza a todo vapor, con el nombramiento de militantes de Perú Libre –sin ninguna capacidad técnica ni profesional– que llegan a los cargos para dinamitar el Estado desde adentro y acumular fuerzas para la asamblea constituyente. En ese camino se destruyen políticas de Estado que se han desarrollado por más de una década.

Igualmente, los anuncios de la asamblea constituyente han frenado un proceso de crecimiento y reducción de pobreza de tres décadas y comienzan a aumentar la pobreza, cuando los altos precios de los minerales deberían permitirnos crecer por encima del 6% y reducir varios puntos de exclusión y miseria. Y, en medio de estas plagas, los servicios del Estado comienzan a colapsar: ya no se entregan pasaportes ni DNI, el Ejecutivo abandona las zonas mineras a merced de minorías radicales y violentistas, y el desborde de la criminalidad amenaza la vida y la propiedad de los peruanos en la mayoría de ciudades.

El Perú entonces vive una tragedia similar a la que causaría una invasión externa. No hay la menor duda. Por eso, ha llegado la hora de organizar la unidad nacional, una transición política que el país debió desarrollar a la caída del fujimorato y a la que se opuso el progresismo de izquierda que, ante la devastación nacional, hoy parece reflexionar y apostar por la unidad de los peruanos. La propuesta de convergencia nacional debe partir de considerar la Constitución de 1993 y los tratados internacionales que ha firmado el Perú como los pilares y el cemento del proceso de convergencia.

Por todas estas consideraciones planteamos lo siguiente: todos los peruanos del centro, la derecha y la izquierda democrática deben converger en una propuesta de mesa directiva del Congreso que se encargue de la transición. Una transición que, por mandato constitucional, debería durar un año antes de convocar a elecciones generales. La convergencia alrededor de esta mesa debería también tomar en cuenta la opinión de los sectores externos al Legislativo. Es lo que corresponde al momento de la crisis.

Igualmente, la transición hacia nuevas elecciones debería considerar un paquete de reformas constitucionales y legales que nos permita superar la república progresista que encumbró al peor gobierno de la historia republicana. Por ejemplo, la creación del Senado, permitir la reelección de los congresistas –tal como sucede en cualquier sistema republicano–, la reforma integral del sistema electoral y la elección de organismos fundamentales, como los miembros del Tribunal Constitucional y la Defensoría del Pueblo.

Asimismo, la voluntad de construir la unidad nacional debería formular una explícita declaración acerca de que la nueva comunidad política que pretendemos construir no excluye absolutamente a nadie, tal como ha sucedido en el siglo XX y las primeras décadas de la nueva centuria. El intento de vetar, de marginar, la legítima llegada de un sector al poder siempre ha terminado con el fracaso del sistema republicano.

De otro lado, el camino de la unidad nacional y la construcción de una comunidad política o de una propuesta de república, debe declarar que no existen relatos oficiales desde el Estado, tal como lo pretendió el progresismo en las últimas dos décadas y ahora las corrientes comunistas intentan perpetrar. En ese sentido, el informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación y las llamadas teorías de género solo representan las opiniones de las corrientes progresistas. Posiciones legítimas que forman parte del debate de una comunidad política, pero que de ninguna manera son “ideologías oficiales del Estado”.

Construir la unidad nacional para salvar a una sociedad de una fuerza de invasión externa siempre ha requerido desprendimiento, capacidad de perdonar e, incluso, el diálogo con el que te ha perseguido y demonizado. Esa ha sido la única manera cómo las grandes sociedades se han salvado de la disolución y se han reconstruido con rapidez.

  • 15 de abril del 2022

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