Editorial Política

Ola anticomunista, ¡pero Castillo también es más hambre y miseria!

La necesidad de ajustar los mensajes en la lucha contra el colectivismo

Ola anticomunista, ¡pero Castillo también es más hambre y miseria!
  • 12 de mayo del 2021

La movilización de las clases medias en contra de la amenaza comunista agazapada detrás de la candidatura de Pedro Castillo hasta hoy ha sido fundamental para debilitar la densidad del antivoto contra Keiko Fujimori, un antivoto que ha sido construido a lo largo de las últimas dos décadas. El avance de Fuerza Popular en las encuestas se explica en gran parte por la evidente disminución del antivoto de la lideresa del partido y el aumento del rechazo en contra de Pedro Castillo.

Sin embargo, a estas alturas, cuando las encuestas empiezan a registrar virtuales empates técnicos, queda en evidencia que la batalla final en la defensa de la libertad se librará en los sectores D y E, los mayores bolsones electorales y los más afectados por la indolencia y negligencia del Estado fallido, incapaz de equipar hospitales, comprar camas UCI y vacunas, no obstante contar con enormes recursos aportados por el sector privado.

De allí la enorme importancia de vincular –con plena justicia– las palabras comunismo, chavismo y las tolerancias frente al terrorismo, con más hambre y miseria para los más pobres de nuestro país.  Por ejemplo, ¿qué va a suceder si se expropian o se nacionalizan las minas en el Perú? Si la nacionalización de Petróleos de Venezuela S.A (PDVSA) ha empujado a más de cinco millones de venezolanos a abandonar la tragedia humanitaria de su país, entonces ya sabemos la respuesta. 

Pero lo más grave: la nacionalización de las minas impediría que se concreten las transferencias directas del 40% del canon a las comunidades y localidades de influencia directa de los proyectos mineros. La suma de poblaciones beneficiadas puede llegar a representar cerca de la mitad de los pobres del país; y con las transferencias directas los pobladores recibirían considerables sumas (entre S/ 20,000 y S/ 60,000 anuales) y, en el acto, abandonarían la situación de pobreza y se convertirían en una clase media rural. De otro lado, esas mismas poblaciones favorecidas se convertirían en ejércitos sociales a favor de las inversiones mineras.

En cuanto a la minería, entonces, Castillo representa más pobreza y más miseria. El programa de estatizaciones, nacionalizaciones y expropiaciones, en un abrir y cerrar de ojos, desplomaría el valor de las tierras de la agroexportación, el valor de las fábricas, de los talleres de producción, de las casas, inmuebles y edificios. En este contexto de devastación económica no solo perderían sus empleos los trabajadores de las unidades expropiadas, sino que todas las cadenas de valor que conectan los miles de mercados populares y emergentes con la formalidad simplemente colapsarían.

Las expropiaciones comunistas de Castillo no solo cancelan la posibilidad de acabar con la pobreza rural adyacente a los proyectos mineros, sino que aplastarán los proyectos de millones de emprendedores y emergentes que –en los mercados de Villa El Salvador, de Juliaca, de Huancayo, de Ayacucho, de Piura– se levantan a las cinco de la mañana para vender, solventar a sus familias y construir el futuro.

El cambio de Castillo y del movimiento del lápiz es un cambio hacia atrás, hacia la hiperinflación de los ochenta, debido a que el velascato lo había expropiado todo; es un cambio hacia la tragedia humanitaria que han desatado las expropiaciones del chavismo en Venezuela.

Imaginar que con el colectivismo, el comunismo y la tolerancia al terrorismo se puede salir de la pobreza es una forma de desquiciamiento. La única manera de superar el hambre y la miseria pasa por impulsar el cambio hacia adelante, hacia el futuro, superando el Estado fallido que no compra camas UCI ni vacunas. Es decir, reformando y construyendo un Estado que distribuya la riqueza que le cobra a los privados. La única manera de impulsar el cambio hacia adelante es entender que solo el sector privado produce riqueza y que el mejor Estado, el más justo, es el que deja a los privados hacer negocios, invertir, y que cobra impuestos para distribuirlos a los más pobres. ¡Algo así es imposible con el comunismo, con el colectivismo o con la tolerancia al terrorismo!

  • 12 de mayo del 2021

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