La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Sobre la propuesta de retirar los fondos de pensiones
La ausencia de un acuerdo nacional sobre lineamientos institucionales y económicos para crecer y reducir pobreza es la principal explicación del porqué los candidatos convierten la campaña en una verdadera feria de promesas. La agitación reemplaza a los estudios y criterios técnicos. El tema del gas, la inversión en recursos naturales, y el sensible asunto de las pensiones han pasado a formar parte de las ofertas.
El asunto de las pensiones, incluso, ha desatado un choque de poderes: el Congreso aprobó una ley que permite retirar el 95.5% de los fondos de las cuentas individuales a las personas en edad de jubilarse. El Ejecutivo observó la norma y un puñado de congresistas intenta reunir firmas para convocar a una Legislatura Extraordinaria y promulgar el proyecto cuestionado. Así es como tratan los padres de la patria el problema previsional. No se trata de una simple ley sino de un factor decisivo para el desarrollo.
El asunto es simple: si los aportantes pueden retirar los fondos de sus respectivas cuentas individuales y luego fracasan, el Estado tiene que asumir el desamparo social. No puede hacerse de la vista gorda. Si las cosas son así, entonces, se ha desvirtuado la naturaleza del Sistema Privado de Pensiones que busca que los ciudadanos, mediante cuentas individuales, aseguren sus pensiones de jubilación evitando que el Estado asuma los pasivos de una longevidad sin protección.
No se trata de cualquier debate. Las pensiones de los jubilados y la propia viabilidad de la economía de mercado entran en cuestión sin un sistema previsional eficiente. El hecho de que la longevidad hoy se prolongue en el mundo por los avances de la medicina y los sistemas de salud y que, cada vez más, existan menos nacimientos, hace volar por los aires el llamado sistema de reparto, donde todos los trabajadores contribuyen a un fondo común estatal.
Cuando en 1889 se creó el sistema de reparto se consideró la relación de 30 trabajadores activos por un jubilado. Pero el avance de la medicina y la caída de la natalidad, hoy establecen tres trabajadores por un jubilado. Considerando esa tendencia, no hay sistema de reparto con viabilidad en el mundo. Las cosas son tan contundentes que, por ejemplo, en Europa ahora se acepta que el progresivo envejecimiento de la población, en la práctica, ha liquidado el llamado Estado de bienestar.
Como se aprecia con absoluta claridad la rapidez con que nuestros legisladores pueden destruir las posibilidades de un sistema previsional tiene mucho de frivolidad y de impaciencia por votos y lograr la reelección. Ya lo hemos sostenido más de una vez: la diferencia de un sistema de ahorro con otro previsional radica que, en el primero, el fracaso lo asume el ciudadano, el ahorrista. En el segundo, el yerro, la quiebra, en administrar los fondos retirados por el jubilado, lo tiene que asumir el estado porque el contrato social no puede ignorar la situación de los viejos. Aprendamos del fracaso de Europa.
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