Las bancadas de la centro derecha –entre ellas Fuerza Po...
Pedro Castillo, candidato de Perú Libre, y Vladimir Cerrón, líder de este movimiento –personaje más vinculado al eje bolivariano, especialmente al MAS de Evo Morales– en más de una ocasión se han declarado defensores de la institución familiar y han criticado las obsesiones progresistas en imponer una ideología oficial sobre los temas de género en la escuela pública. Sorprendentemente, algunos sectores conservadores, que defienden la economía de mercado, han comenzado a mirar con simpatía las supuestas posiciones conservadoras de los líderes de Perú Libre. Un terrible e imperdonable error.
En la gran tradición liberal conservadora de Occidente, la defensa de la familia como institución social no solo se explica porque esta entidad se convierte en el sistema de transmisión de los valores que una sociedad ha construido mediante un largo proceso de evolución, sino también porque es la fuente de la propiedad privada y el deseo de acumular riqueza. El deseo natural de los padres de preservar el futuro de sus hijos y de garantizar un futuro para envejecer llevó a crear la figura de la herencia. Y, de esta manera, propiedad y herencia se convirtieron en dos caras de la misma moneda. Desde el Derecho Romano se comenzó a entender la evolución natural de la familia, la propiedad y la herencia.
Si no existiese familia, entonces no habría propiedad ni herencia, y la única posibilidad de construir una sociedad viable pasaría por organizar un Estado omnipresente y totalitario, con una economía colectivizada, que se encargue de la educación de los niños y el cuidado de los ancianos. En este Estado totalitario, el sueño progresista –el mismo sueño de los totalitarismo comunistas y fascistas– de una “absoluta libertad individual” sería posible. Todos seríamos átomos frente al Estado y la continuidad de la especie y los individuos sería parte de una ingeniería social.
Allí está la explicación del porqué la gran tradición liberal conservadora defienda a la familia. De ninguna manera lo hace para restringir derechos de minorías sexuales o de otro tipo. Por todas estas consideraciones, no es extraño que Marx y Engels, los fundadores del gran equívoco colectivista del siglo XIX, desde un inicio enfilaran contra la familia y la propiedad privada. Engels escribió El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, libro en el que plantea eliminar la familia y la propiedad privada como el paso previo de la colectivización de la sociedad. Este texto se convirtió en el evangelio de la llamada Escuela de Frankfurt, de los gramscianos, del marxismo posmoderno francés, de las corrientes neomarxistas y del progresismo contemporáneo.
Por todas estas consideraciones, es imposible que Castillo y Cerrón defiendan a la institución de la familia. El programa de Perú Libre plantea abolir la propiedad privada, propone la colectivización de la sociedad y embiste directamente en contra de las tradiciones populares que han surgido en los mercados emergentes a lo largo y ancho del país.
No se necesita ser demasiado zahorí para percibir que en los miles de mercados populares que se alzan en las ciudades de la costa, la sierra y la selva, existen millones de emprendedores, detrás de los cuales generalmente se organiza el esfuerzo de toda una familia. Si se trata de establecer una definición reduccionista del mundo emergente y los mercados populares, entonces habría que mencionar los conceptos de familia, empresa y propiedad privada.
Sorprendentemente, en las economías emergentes familiares la obsesión de la acumulación de riqueza (de acumulación capitalista) tiene que ver con la voluntad de asegurar el futuro de los hijos y la dignidad de la vejez. Así sucede en los mercados de Juliaca, de Huancayo, de Chiclayo o de Iquitos.
De un tiempo a esta parte el curso natural de la evolución de las sociedades pretende ser sustituido por el laboratorio planificador del progresismo, con el objeto de empoderar al Estado y colectivizar la economía. Si miramos las cosas desde este ángulo, entre Pedro Castillo, Vladimir Cerrón, Verónika Mendoza y el progresismo limeño no hay mayores diferencias.
Queda claro entonces que la defensa de Castillo y de Cerrón de la familia solo es una estratagema más que suelen utilizar los colectivismos, porque para ellos “salvo el poder, todo es ilusión”.
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