La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Miles de peruanos acaban de protagonizar una de las movilizaciones más masivas de la reciente historia, en contra de la decisión del Gobierno de Pedro Castillo de declarar el estado de emergencia, el toque de queda y la inamovilidad social durante todo el 5 de abril. Desde todos los distritos de Lima, abuelos, padres y nietos –la mayoría envuelta en la bandera nacional– salieron a desafiar la conculcación de sus derechos constitucionales.
En la movilización de los limeños parecía existir la conciencia acerca de que, en las medidas de excepción del Ejecutivo, no existía la proporcionalidad ni la racionalidad que demanda la Constitución. Las protestas ciudadanas fueron tan masivas y tan contundentes que a las 5 de la tarde el presidente Castillo anunció que se derogaba la inamovilidad y el toque de queda.
De esta manera el pueblo limeño había dejado en claro que no estaba dispuesto a aceptar un solo recorte de sus libertades. Igualmente había notificado a las corrientes comunistas y colectivistas que influyen en el Ejecutivo que ningún ensayo autoritario iba a prosperar en el Perú. Las lecciones eran evidentes, y el Perú empezaba a dejar en claro que nadie iba a sacrificar las libertades políticas y económicas.
Asimismo, la gigantesca movilización ciudadana dejaba en claro –más allá del papel de los provocadores y vándalos infiltrados– que el principio de la desobediencia pacífica y civil en contra de las malas leyes y las malas políticas, que aplicaron Mahatma Gandhi en la India y Martin Luther King en los Estados Unidos, es parte de sus prácticas. Desde las elecciones nacionales pasadas, las movilizaciones de los peruanos tienen esta particularidad, a diferencia de la violencia de las protestas en Chile y Colombia.
Ante la amenaza colectivista y autoritaria, la sociedad peruana entonces comienza a dejar en claro que ama las libertades y está dispuesta a inmensos sacrificios con tal de preservarlas. Los comunistas que pretendieron convertir el toque de queda en un ensayo autoritario para futuros planes anticonstitucionales están absolutamente notificados.
Sin embargo, lo sucedido el martes 5 de abril será el inicio de un proceso que deberá culminar en algún tipo de salida a la tragedia nacional que ha causado el Gobierno de Pedro Castillo. Ayer la gente se movilizó en defensa de sus derechos constitucionales y el respeto a la Constitución, pero también se movilizó contra el frenazo económico que han causado los anuncios de Castillo sobre la asamblea constituyente y las nacionalizaciones del gas y otros recursos. Un frenazo económico que ha desplomado la inversión privada, el crecimiento y la generación del empleo. Sin posibilidades de recuperar los niveles de ingreso de antes de la pandemia, se desató la invasión rusa a Ucrania y el precio del petróleo y algunos commodities se dispararon y, entonces, los productos básicos de la canasta familiar de los peruanos también se elevaron.
Con menos crecimiento, con menos empleo y con precios de la canasta básica en las nubes, la sociedad peruana explotó contra el Gobierno más incapaz e ineficiente de toda nuestra historia republicana, sobre todo considerando sus efectos destructivos.
Nadie puede frenar tres décadas de crecimiento, de reducción de pobreza y aumento de las clases medias a pocos meses de asumir el poder, sin pagar las consecuencias políticas y sociales. Hoy el Gobierno de Castillo recién empieza a pagar las facturas. Sin embargo, las movilizaciones continuarán y la irritación irá en aumento porque la economía comenzará a lentificarse en extremo. En un escenario de ese tipo no se necesita ser adivino para saber cómo terminarán las cosas para el Gobierno de Castillo.
En cualquier caso, en el Perú hoy se experimenta un inmenso taller anticomunista y antiprogresista, tal como alguna vez lo experimentaron los ciudadanos de los países de la ex Unión Soviética. Hoy empezamos a saber qué significa demonizar las libertades y el equilibrio de poderes, y restringir los derechos constitucionales. Ahora, igualmente, comenzamos a saber qué significa atacar y demonizar a la inversión privada, a la minería y las agroexportaciones.
Es evidente que se comienza a caer nuestro Muro de Berlín, que no se desplomó luego de la derrota del colectivismo terrorista de Sendero Luminoso.
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