La censura del ministro de Energía y Minas, Rómu...
La República que los peruanos construyen desde la caída del Fujimorato —que acumula cuatro elecciones nacionales sin interrupciones y que avanza hacia a los comicios del 2021— hoy enfrenta uno de sus peores momentos con una segunda moción de vacancia presidencial en desarrollo. De la manera como se enfrente esta situación dependerá el futuro de la actual democracia.
En las próximas horas el Legislativo votará si se vaca o no al presidente Pedro Pablo Kuczynski. Y cualquiera fuese el resultado, los demócratas solo tienen una opción: aferrarse a la Constitución, porque más allá de ella solo están los abismos del autoritarismo y los reinos de los demagogos.
Y aferrarse a la Carta Política, en primer lugar, significa preservar la línea de sucesión republicana establecida en nuestro ordenamiento constitucional, y rechazar de plano las propuestas oficialistas que exigen que el primer vicepresidente, Martín Vizcarra, renuncie al cargo por una supuesta lealtad personal, antes que la lealtad con la República. Interrumpir el relevo republicano sería propiciar el adelanto de las elecciones generales y, como se dice, servir el banquete para las fuerzas antisistema que promueven “el que se vayan todos” y propician la redacción de una nueva Constitución de contenido anticapitalista.
En la hipótesis de que se no produzca la vacancia del jefe de Estado, igualmente la Constitución obliga a los actores políticos —que desarrollan una de las polarizaciones políticas más inclementes de nuestra historia (si fuera en el siglo XIX o XX posiblemente el país ya estaría envuelto en una guerra civil)— a encontrar espacios de entendimientos y convergencias. Es decir, la Presidencia de la República deberá leer correctamente la situación política y convocar a un real gabinete de unidad nacional que posibilite restablecer los puentes entre Ejecutivo y el Legislativo. Creer que las cosas pueden seguir como se han venido desarrollando es escribir otro capítulo de la lenta agonía de uno de los peores gobiernos de la historia republicana. Remar hacia el 2021 con el hospital de emergencias en que parece haberse convertido el Ejecutivo demanda una actitud de apertura total.
A nuestro entender, el terrible momento de la República empezó cuando se conocieron los pagos de Odebrecht a Westfield, en el preciso momento en que el Gobierno pepekausa había dado carta libre a la estrategia caviar, que veta la participación del fujimorismo en el sistema democrático y que pasaba por la fractura de Fuerza Popular, la judicialización del fujimorismo e, incluso, el encarcelamiento de sus líderes. A partir de allí se desató la judicialización extrema, con los fiscales allanadores y los jueces carceleros imponiendo sus lógicas.
En cualquier caso, luego de la inminente votación sobre la vacancia y, al margen de cualquier resultado, las responsabilidades republicanas están establecidas para el oficialismo y la oposición. Al respecto los actores políticos siempre deben recordar que la actual democracia es la primera gran experiencia democrática en la que participan los 30 millones de peruanos con iguales derechos al voto y la propiedad.
Antes de este proceso las oligarquías siempre se dieron maña para excluir, ya sea a las masas andinas o las mujeres, de los derechos políticos y económicos. Pero no solo se trata de la democracia y la libertad. El crecimiento económico en base a la inversión privada de los últimos 25 años ha arrinconado a la pobreza (que ha pasado del 60% de la población a solo 20%), ha acrecentado a las clases medias y ha desatado un inusitado protagonismo económico de la sociedad, mientras nuestro PBI se triplicaba. ¿Cómo, pues, evitar asumir nuestras responsabilidades republicanas en este terrible y a la vez especial momento del país?
COMENTARIOS