La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Defender la Constitución y relanzar las APP
El panorama de la economía se ensombrece cada vez más. No solo se trata del escándalo Lava Jato que ha terminado paralizando casi la mitad de los US$ 18,000 millones que el Ejecutivo se había propuesto destrabar en obras de infraestructura, sino que los huaicos y la caída de la inversión pública y privada en los últimos tres años organizan un escenario terrible para el crecimiento. Y la cosa es demasiado simple: si el Perú no crece por encima del 3.5%, inmediatamente pasa a convertirse en una sociedad que vuelve aumentar pobreza.
En este contexto la izquierda, los satélites del Foro de Sao Paulo que organizó el Partido de los Trabajadores (PT) del Brasil, creen que ha llegado su hora en el Perú, no obstante que la principal explicación de la megacorrupción que hoy sacude a la democracia peruana tiene su principal explicación en el sistema mercantilista de Lula y del PT, en el “capitalismo de los amigos” brasileño que hoy estalla con los escándalos. Algo de eso existe en la convocatoria de Verónika Mendoza y la izquierda para una marcha contra la corrupción pese a que las agendas, las empresas brasileñas y todo el sistema de corrupción continental tienen apellidos paternos y maternos izquierdistas.
En este portal no nos interesa lo caradura del gesto de la izquierda, sino las implicancias de las propuestas con la que pretenden envolver su lucha anticorrupción. Por ejemplo, se habla de derogar la Carta Política de 1993 porque, de una u otra manera, “sería la gran explicación de la corrupción”. Semejante conchudez teórica —por llamarla de alguna manera— pretende señalar que la Constitución es la madre de los problemas. Bueno la respuesta es simple: aquí han fallado los hombres, particularmente los funcionarios de los gobiernos toledista, aprista y humalista; pero sobre todo los líderes que representaron la quintaesencia del antifujimorismo y la izquierda: Alejandro Toledo y Ollanta Humala.
El contrabando ideológico de la izquierda pretende ignorar que bajo el mandato de la Carta del 1993, no obstante la megacorrupción que enfrentamos, el Perú ha organizado el mejor momento de su historia republicana: cuatro elecciones sin interrupciones, una incuestionable libertad de prensa y demás libertades; se ha triplicado el PBI y se ha arrinconado la pobreza a solo un quinto de la población, mientras se expanden las clases medias. ¿Hay una manera diferente de explicar estos logros al margen de la Constitución que limitó el poder político y económico del Estado para entregarlo a la sociedad? Imposible.
Pero la izquierda no solo apunta a la Constitución, sino también a herramientas claves de la economía de mercado como las Asociaciones Público Privadas (APP). A estas alturas parece imposible negar la corrupción en algunas APP, pero es incuestionable que en el Perú se han invertido cerca de US$ 30,000 millones mediante esta modalidad de inversión; un proceso que nos ha permitido resolver problemas históricos en telefonía, aeropuertos, puertos y carreteras. Si se eliminara las APP solo nos quedaría la obra pública, y estaríamos regresando al Estado empresario que fracasó con el velascato y hoy hunde a Venezuela y Brasil.
El problema entonces es cómo relanzamos las APP , desarrollando los ajustes y reformas necesarias, para superar los estropicios que se han cometido en algunos emprendimientos. No hay otra. Para la izquierda es fácil disparar porque ella, en realidad, no dispara contra las APP sino en contra de la economía de mercado.
Tal como avanzan los acontecimientos parece muy difícil que la inversión privada recupere tasas aceptables de crecimiento. En esta situación la expansión de la inversión pública y el relanzamiento de las APP es un asunto de vida o muerte para volver a crecer a ritmos aceptables y seguir reduciendo pobreza como antes. Un camino diferente es aceptar que la lucha contra la corrupción, inexorablemente, paralizará a la economía. Semejante razonamiento solo favorece en el 2021 a Verónika Mendoza, Gregorio Santos, Antauro Humala o cualquier otro aventurero antisistema.
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