Los gobiernos subnacionales también construyen el Estado fallido

Según el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), S/ 1,830 millones anuales se han dejado de invertir en los departamentos mineros de Áncash, Apurímac, Arequipa, Cajamarca, Cusco, Junín, Moquegua y Tacna. El problema del “Perú profundo” no es entonces la mala distribución de la riqueza, como señalan los dirigentes comunistas –entusiasmados con la probabilidad de una presidencia de Perú Libre (PL)–, sino la pésima gestión de los alcaldes y gobernadores regionales.  

En otras palabras, no solo la progresía limeña colectivista es responsable del Estado fallido que no compra camas UCI, que no provee oxígeno ni adquiere vacunas, sino también los políticos regionales, muchos de ellos aliados de Pedro Castillo y Vladimir Cerrón.

Diversos estudios de entidades independientes han señalado que estos recursos –provenientes del canon y las regalías mineras– son mal utilizados en gasto corriente y consumo, en lugar de inversiones públicas en saneamiento, electrificación, colegios, postas médicas, caminos y demás obras de responsabilidad del Estado. Al lado del aumento del gasto corriente, el dinero se emplea en pintar pistas y veredas, publicidad, remodelación de locales públicos y numerosa “obras” intrascendentes para la comunidad. 

En este escenario de abandono de los gobiernos subnacionales, y al margen de sus obligaciones –renta, regalías, prediales, arbitrios y otros tributos– las empresas mineras suscriben convenios de cooperación con las comunidades. Voluntariamente, las empresas asumen proyectos vinculados a educación, salud, medio ambiente, actividades económicas locales y otros. Si bien es cierto que hay mucho por hacer, la zona andina –en donde se realizan las actividades mineras– ha sido radicalmente transformada en los últimos 20 años gracias a la minería. 

Durante la pandemia y ante la ausencia del Estado, las empresas realizaron fumigaciones en los lugares públicos de los poblados, instalaron tanques de agua y los vehículos de las empresas estuvieron a disposición del personal sanitario y policial. ¿Por qué, entonces, en las zonas mineras ganan las elecciones Perú Libre y los relatos antisistema?

Desde hace más de 20 años en el Perú se han instalado oenegés vinculadas al marxismo del siglo XXI. Estas instituciones, financiadas por intereses internacionales, han organizado enlaces en todas las comunidades andinas y constantemente “capacitan” a las personas vinculadas a las comunicaciones con el fin de establecer un solo relato contra de la minería. El abandono y la exclusión del Estado fallido, entonces, se convierten en relatos que demonizan a la minería.

Las oenegés de izquierda no solo han logrado una presencia importante en los medios locales y nacionales –porque el discurso ambientalista es conmovedor–, también han ganado espacios importantes en la academia. El verbo socialista es el mismo del falso ambientalismo en las aulas universitarias. Se dice, por ejemplo, que la minería contamina y consume el agua destinada a la agricultura. No enseñan que desde los noventa la minería está sujeta a una legislación ambiental bastante rigurosa. Tampoco se informa que la minería solo consume el 1% del agua del país, y que las empresas construyen reservorios, cochas, canales y sistemas de regadío para los agricultores de las zonas mineras. En las aulas universitarias tampoco se explica que los ríos provenientes de los Andes tienen una contaminación natural proveniente del fenómeno lahar (actividades volcánicas). Esta contaminación se atribuye equivocadamente a la minería moderna.

Como se aprecia, el plan estatizador de las inversiones mineras y de hidrocarburos de Perú Libre está en marcha gracias a la intensa labor cultural de las oenegés de izquierda y la frivolidad de la progresía limeña.