La comisión de Constitución del Congreso de la R...
El Perú ha vuelto a ser una sociedad que aumenta pobreza, luego de tres décadas en que se convirtió en un ejemplo mundial de combate a este flagelo social (reducción de 60% a 20% antes de la pandemia). Una explicación inmediata tiene que ver con los efectos destructivos del Gobierno de Pedro Castillo, los anuncios de la constituyente y de las nacionalizaciones, que ahogaron cualquier posibilidad de nuevas inversiones. Sin embargo, los motores del crecimiento comenzaron a apagarse desde el 2014, cuando el Perú dejó de crecer a tasas promedio anual sobre el 5%.
Desde el Gobierno nacionalista del presidente Ollanta Humala el Perú crece en 3% en promedio anual, lentificándose el proceso de reducción de pobreza. ¿Cómo explicar esta situación, si el modelo, en términos generales, mantenía sus líneas maestras? La respuesta es una sola: la ausencia de una nueva ola de reformas que aumentarán la productividad y la competitividad de la economía. En otras palabras, los círculos virtuosos de las reformas de los noventa se agotaban. La cancelación del Estado empresario, la desregulación de mercados y precios, el libre comercio y la macroeconomía bajo la vigilancia del BCR y el Ministerio de Economía y Finanzas ya no eran suficientes para expandir el PBI.
¿Cuáles eran o son esas reformas que nos habrían permitido superar el crecimiento lento y aumentar la reducción de pobreza? El ejemplo de Corea del Sur, Singapur, Taiwán, es esclarecedor a este respecto. Estos países que, en las últimas cuatro décadas, alcanzaron el desarrollo, luego de una primera oleada de reformas crecieron vertiginosamente y redujeron la pobreza. Sin embargo, convertidas en sociedades de ingreso medio –al igual que el Perú de hoy–, el crecimiento se lentificó.
En ese momento los mencionados países asiáticos avanzaron en tres grandes transformaciones: las reformas de las infraestructuras legales, las reformas de las infraestructuras físicas y las reformas del capital humano (educación y salud). Sobre la base de esas transformaciones, por ejemplo, Corea del Sur se ha convertido en un ejemplo sobre cómo en cuatro décadas se puede alcanzar el desarrollo.
En el Perú avanzar en esas tres grandes reformas es la condición para relanzar el crecimiento, volver a reducir la pobreza y garantizar la estabilidad del sistema político. En otras palabras, la condición para evitar el aumento de la pobreza y el regreso del antisistema al poder.
En cuanto a la reforma de las infraestructuras físicas, vale señalar que el Estado peruano, a pesar de la vocación desreguladora de la Constitución y los 22 tratados de libre comercio, se ha convertido en uno de los más burocráticos de la región. Los procedimientos, trámites y sobrerregulaciones de todos los niveles de gobierno, están construidos para bloquear y ahogar las inversiones del sector privado y las iniciativas de la sociedad. Esa misma vocación burocrática y sobrerreguladora se expresa en el sistema tributario y el sistema laboral que fomentan la abrumadora informalidad de la economía y del empleo.
Con respecto a las infraestructuras físicas, los déficits que se acumulan son entre US$ 120,000 millones y US$ 160,000 millones, según diversos estudios. Y no solo se trata de retrasos en construcción de carreteras, puertos, aeropuertos y conectividad digital, sino que las brechas sociales determinan que los departamentos más pobres del país, -tales como Puno y Cajamarca, por ejemplo- tengan a más de la mitad de las familias sin agua, desagüe y electricidad.
Finalmente, está la reforma en el capital humano que, en resumidas cuentas, significa transformar la educación y el sistema de salud para desarrollar una fuerza de trabajo vinculada a la revolución digital, la tecnología y la permanente innovación. Contando con un capital humano calificado, las inversiones en minería, agroexportaciones, servicios, construcción y otros, generarán una red industrial y de servicios que, debido a la globalización, en muy poco tiempo, se convertiría en una plataforma exportadora de primer nivel, tal como sucedió con Corea del Sur.
Como se aprecia, el Perú está en una disyuntiva inevitable: o acepta ser una sociedad que vuelve a aumentar pobreza e involuciona al colectivismo o desarrolla una nueva ola de reformas que relanza el crecimiento y lo impulsa al desarrollo.
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