Las bancadas de la centro derecha –entre ellas Fuerza Po...
En los últimos quince años la polarización política entre antifujimorismo y fujimorismo ha desviado a la sociedad peruana del debate central que procesan los países modernos: la disyuntiva entre capitalismo y anticapitalismo. Esta especie de guerras religiosas laicas ha consumido la energía de los actores políticos, quienes han olvidado las posibilidades y amenazas que suele enfrentar una sociedad de ingresos medios como el Perú. Una situación que, a nuestro entender, favorece largamente a las propuestas colectivistas e iniciativas antisistema que luchan, con inteligencia y voluntad, para que el crecimiento se detenga, el Perú retorne al círculo devastador que aumenta pobreza y, en ese contexto, se desate la impaciencia a favor de las aventuras colectivistas.
Antes vale recordar, ¿qué se conoce como una sociedad de ingresos medios? Aquellos países que luego de una primera generación de reformas alcanzan tasas altas de crecimiento que les permiten reducir pobreza significativamente. Sin embargo, luego de expandir sus respectivas economías y de reducir pobreza, en este tipo de sociedades ya no se pueden seguir pagando salarios bajos, pero tampoco se puede competir con las economías desarrolladas. Ante esta situación la economía pierde competitividad y el único camino para retomar el crecimiento pasa por impulsar una segunda ola de reformas que relance el crecimiento. De lo contrario, la expansión económica se lentifica, se vuelve a aumentar pobreza, y el pesimismo y el descontento social convierten a las nuevas clases medias (ex pobres) en proclives a las prédicas anticapitalistas. Algo de eso pasó en Venezuela, Argentina y Brasil hace una década, con las tragedias sociales que conocemos.
El Banco Mundial señala que solo trece economías de más de cien que en los sesenta se consideraban sociedades de ingreso medio, lograron eludir el estancamiento económico por la falta de una nueva ola de reformas: la temida trampa de ingreso medio que condena a la involución económica y social.
En el Perú la polaridad antifujimorismo versus fujimorismo ha permeado a las instituciones y los actores políticos de tal manera que las dos fuerzas promercado que pasaron a la segunda vuelta en las elecciones pasadas simplemente se han olvidado de la urgente necesidad de desarrollar una nueva ola de reformas que nos aleje de la aterradora trampa de ingreso medio. La guerra y la confrontación se impusieron sobre las reformas.
No hay nada que descubrir con respecto a cuáles son las reformas pendientes. Los países que pasaron de ser sociedades de ingreso medio a otras de ingreso alto (es decir, el desarrollo) fueron capaces de organizar instituciones y un sistema de justicia predecibles para la sociedad y los inversionistas, avanzaron en la solución de los problemas de infraestructura y de tecnología para que los agentes económicos diversificaran y complejizaran el aparato económico, y también desarrollaron audaces reformas de los sistemas educativos y de salud para garantizar un capital humano eficiente e innovador. Una de las cosas, por ejemplo, que causa estupor a quienes defienden la economía de mercado es la manera como se posterga una y otra vez la urgente reforma laboral que agregaría competitividad a la economía y se convertiría en pilar de la formalización del empleo.
Si las fuerzas que defienden la democracia y la economía de mercado no reaccionan a tiempo y concentran los esfuerzos en superar la mencionada polaridad política que envenena a la República, de una u otra manera, los colectivismos y las propuestas antisistema, como se dice, estarán haciendo su agosto. Como todos sabemos, los estatismos no pueden defender sus propuestas anticapitalistas de cara a la ciudadanía, porque en el acto la gente recuerda todas las tragedias de la humanidad en el siglo XX. Sin embargo si se envuelven en la polaridad antifujimorismo versus fujimorismo no solo postergan y bloquean las reformas, sino que se camuflan en el poderoso detergente del antifujimorismo.
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