La comisión de Constitución del Congreso de la R...
El anuncio hecho días atrás por MMG, concesionaria de Las Bambas, de que paralizará esta megaoperación cuprífera, la más grande del Perú, debido a los constantes bloqueos y protestas violentas de algunos dirigentes representa el triunfo del radicalismo antiminero, cuyo objetivo es liquidar las inversiones y la minería moderna en las regiones del sur. No obstante, la victoria del radicalismo antiminero en casi todo el corredor minero del sur no sería posible sin la estrategia que han desarrollado algunas organizaciones no gubernamentales de izquierda postextractivista. ¿Cómo así?
Pues resulta que en la zona del corredor minero del sur, desde hace años se han instalado algunas organizaciones no gubernamentales que ejecutan una auténtica guerra cultural, social y económica en contra de la minería moderna. Una de estas oenegés es Derechos Humanos Sin Fronteras, de clara orientación de izquierda, que desde la provincia cusqueña de Espinar organiza, construye y difunde diversos relatos en contra de las inversiones mineras. Dicha oenegé se ha dedicado en los últimos años a realizar estudios sobre los supuestos casos de afectación, contaminación ambiental, criminalización de protestas y usurpación de propiedades que habrían cometido las empresas mineras en esta parte del corredor minero.
DHSF ha publicado sendos “estudios” financiados con dinero de donantes extranjeros; no obstante, en ninguno ha podido demostrar lo que denuncia. Por ejemplo, DHSF ha denunciado en varias ocasiones la contaminación por metales pesados que producirían las empresas mineras en Espinar; perO todos los estudios técnicos y científicos han descartado que algún componente de las empresas mineras en la zonas sea el agente contaminante. El motivo: los ríos y afluentes sí están contaminados, pero por fenómenos naturales (lahares) en un medio geológico altamente mineralizado. La intensa actividad volcánica cercana a los ríos del sur explica, pues, la contaminación natural.
Otra de estas oenegés es Cooperacción, organización que “empodera”, “capacita” y “apoya”, a través de programas, a los diversos “actores sociales” de la zona del corredor minero del sur. Esta ONG es una de las principales abanderadas del llamado postextractivismo, una ideología del radicalismo ambiental que indica que se debe producir solo lo mínimo posible, y ello incluye a la minería moderna. Cooperacción, al igual que DHSF, también ha producido varios estudios de casos; no obstante, ninguno se ha probado.
¿Qué nos revela esta intensa actividad en la construcción de narrativas y relatos? Simplemente que el trabajo de la izquierda, en sus intenciones de detener las inversiones mineras en el Perú, forma parte de un proyecto de mediano y largo plazo.
Si hoy vemos que la actividad minera está en peligro o languidece frente a la renuncia del Estado a ejercer la autoridad democrática que le confiere la Constitución y las leyes nacionales, y ante el avance de minorías radicales que bloquean carreteras y paralizan producciones, a nuestro entender solo tiene una explicación: la guerra cultural alrededor de la minería la ha ganado la izquierda.
Si la mayoría del país y los pueblos andinos comprendieran que la minería es el pan de los pobres, es el sustento de los gobiernos regionales y locales, y representa el empoderamiento de sectores excluidos en toda nuestra historia republicana, nadie se atrevería a defender los relatos y mitos en contra de la minería, tal como ahora sucede. Quedaría en evidencia que los sectores antimineros defienden intereses contrarios al país y, sobre todo, a los de los pobres.
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