Los peruanos e hispanoamericanos celebramos la Semana Santa, d...
El Perú parece haber salido, al menos momentáneamente, de los ciclos de las guerras políticas que se desataron luego de la caída del fujimorato, a inicios del nuevo milenio, y que recrudecieron durante el quinquenio 2016-2021. Hoy el Ejecutivo y el Congreso parecen haber encontrado los caminos y los puentes para construir ciertos niveles de gobernabilidad en el preciso momento en que la violencia insurreccional –luego del golpe fallido de Pedro Castillo–, que amenazaba la Constitución y el Estado de derecho, ha fracasado en términos generales.
Hay espacio, entonces, para entender que el proceso de construcción republicana y el modelo de crecimiento –que se ha aplicado en las últimas tres décadas– ha llegado a un momento límite. El sistema político ya no representa a la sociedad y el crecimiento ya no reduce la pobreza. Por ejemplo, la reforma del sistema político es asunto de extrema urgencia. El referendo político que impulsaron Martín Vizcarra y el progresismo en general destruyó, aniquiló, la representación en el Legislativo con la prohibición de la reelección de los parlamentarios y la negativa a instalar un Senado. No será extraño, pues, que en las siguientes elecciones la representación en el Congreso empeore cada vez más.
Por otro lado, el año y medio de Gobierno de Castillo –lapso en el que se gobernó en contra de la Constitución, se alentó la guerra entre peruanos y se demonizó a la inversión privada– han derrumbado el crecimiento. Todos los pronósticos señalan que el PBI apenas se expandirá algo más de 2.5%, un crecimiento con el que es imposible seguir reduciendo la pobreza. Por todas estas consideraciones, el país debe lanzar una nueva oleada de reformas que potencien la inversión privada y el crecimiento.
Por ejemplo, en vez de enemigo, el Estado debe convertirse en amigo de la sociedad, los ciudadanos y la inversión privada. En ese sentido el Ejecutivo y el Congreso deberían conformar una comisión de alto nivel para simplificar todos los procedimientos y sobrerregulaciones que se han organizado y han convertido al Estado peruano en uno de los más burocráticos de la región a pesar de los criterios desreguladores de la Constitución y los 22 tratados de libre comercio. Un estado simplificado y amigo de la sociedad y los privados debería ser la consigna.
Por otro lado, el Perú debe proponerse acabar con la informalidad de más del 60% de la economía y la sociedad y la informalidad de más del 75% del empleo. En ese sentido, igualmente, el Ejecutivo, el Congreso y los especialistas de la sociedad deberían conformar una entidad que estudie una propuesta de reforma tributaria que simplifique el sistema impositivo. Y sin afectar el actual proceso de recaudación, se debe plantear la incorporación de todos los peruanos y empresas a la formalidad. Igualmente en el tema de la reforma laboral, el Perú y la sociedad deberían converger en el criterio acerca de que la flexibilidad laboral es el único camino que ha permitido el bienestar y la prosperidad de los trabajadores en el mundo desarrollado. Necesitamos con urgencia formalizar el trabajo e incorporar a millones de trabajadores a los sistemas de salud y previsional.
Sobre estas transformaciones los peruanos debemos mirar el mediano y largo plazo a través de las reformas de los sistemas educativos y de salud para desarrollar ciudadanos plenos, educados, capacitados y saludables, para enfrentar las transformaciones de la IV Revolución Industrial con una fuerza laboral calificada. Y finalmente, solucionar todos los retrasos de las inversiones en infraestructuras, que suman más de US$ 150,000 millones.
El futuro del Perú se definirá por su capacidad de lanzar una nueva oleada de reformas. De lo contrario, de nada habrá servido multiplicar por cuatro el PBI y haber reducido la pobreza del 60% de la población a 20% antes de la pandemia. Nuestra incapacidad para crecer y reducir la pobreza desatará la impaciencia y la desesperación en las clases medias y los pobres y, de una u otra manera, una nueva tragedia tipo Castillo volverá a asomar.
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