La comisión de Constitución del Congreso de la R...
No obstante los problemas políticos, institucionales y económicos, el Perú sigue representando un proceso de construcción republicana. Sin embargo, Pedro Castillo y sus recientes declaraciones a CNN, nos confirman que el Gobierno de Perú Libre ha decidido disolver el Estado en el camino de centralizar el poder en una asamblea constituyente.
El presidente Castillo nos ha vuelto a recordar que no hay vuelta atrás: el eje y la identidad de su administración pasa por imponer una nueva Constitución. Y decimos imponer porque no solo se trata de las encuestas que nos revelan que menos del 10% de peruanos apoya el camino constituyente, sino también porque, según los resultados electorales, una minoría de menos del 15% (primera vuelta) pretende cambiar el régimen político y económico para encumbrar a una camarilla comunista en la conducción del Estado por largas décadas.
En este contexto, la mayoría de los actos del Ejecutivo –con enorme coherencia– apunta a la destrucción del Estado que, a pesar de todos los problemas, se ha venido construyendo en las últimas tres décadas. Desde el nombramiento de 13 prefectos vinculados al Movadef, el Conare y el Fenatep, pasando por la ofensiva por el control de la Policía Nacional del Perú (PNP), hasta la captura clientelista y partidaria de ministerios tales como Transportes, Energía y Minas, Educación, entre otros, hasta las recientes declaraciones de Castillo en las que propone ceder a Bolivia una salida soberana al mar.
Para resumir, la administración Castillo está cumpliendo a pie juntillas el viejo aserto leninista acerca de “destruir el Estado burgués desde adentro”. El presidente Castillo no cree ni respeta la Constitución con la que fue elegido y su objetivo principal es construir “una república plurinacional con equidad de género”.
A estas alturas, a nuestro entender, no hay un solo acto del Ejecutivo que escape a esta lógica ideologizada en extremo, fundamentalista y sectaria. Allí está, por ejemplo, la reciente declaración como “Patrimonio cultural de la Nación” de “El ojo que llora”. Una decisión que es una ofensa para nuestras Fuerzas Armadas, Policía Nacional y los héroes civiles que detuvieron el genocidio terrorista. El sectarismo y el fundamentalismo los lleva a ignorar el sentimiento mayoritario de la sociedad.
El Perú como república, entonces, vive sus horas más oscuras parafraseando el título de la película británica que narra la decisión y la valentía de Winston Churchill para enfrentar a la Alemania nazi. Una valentía que luego sería decisiva para salvar a Occidente del totalitarismo.
De alguna manera, pues, se ha llegado a un momento en que no es posible buscar salidas intermedias, ni para la mayoría de peruanos ni para el propio presidente Castillo. Por ejemplo, todo señala que la única posibilidad de que el jefe de Estado recupere gobernabilidad es, en primer lugar, que se rectifique sobre las declaraciones antipatriotas con respecto a ceder soberanía a Bolivia; y en segundo lugar, que convoque a la mesa directiva del Congreso para formar un gabinete de salvación nacional, al margen de las corrientes comunistas y progresistas que nos han llevado a este abismo. Si el presidente no asume ese camino, la ola de indignación irá aumentando y es previsible el desenlace de la crisis en muy poco tiempo.
De otro lado, la mayoría republicana en el Congreso debería entender que ya no es posible calcular ni negociar nada, tal como suele suceder en la política democrática. Los consensos y los acuerdos se hacen imposibles cuando se comprueba la manera cómo las corrientes comunistas han venido destruyendo el Estado desde adentro. Y sobre todo, cuando el presidente Castillo, más que jefe de Estado del Perú, parece el embajador de una fuerza extranjera que destruye la peruanidad.
El Congreso está urgido, pues, de pronunciarse sobre las declaraciones contra la integridad territorial de Castillo y buscar una salida inmediata a la destrucción del Estado democrático desde adentro que desarrollan las corrientes comunistas.
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