Las bancadas de la centro derecha –entre ellas Fuerza Po...
En el Perú, algunos “liberales y progresistas” se sorprenden de que Verónika Mendoza se subordine sin rubores al programa comunista de Pedro Castillo, Vladimir Cerrón y Perú Libre. No entienden cómo una lideresa de izquierda que defiende los derechos de las minorías sexuales acepta sin miramientos el plan de estatizaciones y expropiaciones. Poco a poco se empezará a entender que Castillo y Mendoza, en realidad, responden a la misma matriz colectivista, más allá de que difieran en cuanto a los tonos y las estrategias.
En cualquier caso, el Perú comienza a convertirse en un interesante taller sobre el progresismo y el neomarxismo contemporáneos, frente a la amenaza de un eventual gobierno de Castillo y también frente a los recientes resultados en la elección de la constituyente en Chile. En el país del sur, los llamados progresistas, como Mendoza, se encargarán de cortarle la yugular a uno de los experimentos más asombrosos de economía de mercado y reducción de pobreza en los países emergentes.
Pero al margen de los mensajes suavecitos y edulcorados, ¿en qué reside la unidad ideológica y táctica de todos los sectores que respaldan la candidatura de Castillo? ¿Por qué no es exagerado hablar de una coalición amplia de todas las corrientes comunistas, desde el Movadef de Sendero Luminoso hasta el comunismo maquillado de Juntos por el Perú?
Para analizar el tema vale recordar un texto clásico de Lenin, uno de aquellos documentos que fundó el llamado marxismo-leninismo. En Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática (1905), Lenin, analizando la estrategia frente al régimen zarista, sostiene lo siguiente: “En los momentos revolucionarios por los que estamos atravesando, está a la orden del día la cuestión de la convocatoria de una Asamblea Constituyente de todo el pueblo”. Luego agrega: “El proletariado revolucionario, por cuanto está dirigido por la socialdemocracia, exige el paso completo del Poder a la Asamblea Constituyente…”.
Desde estas precisiones tácticas, la estrategia de forzar la convocatoria de una constituyente se ha convertido en el nudo gordiano que cualquier estrategia comunista debe desanudar para llegar al poder. Los bolcheviques rusos plantearon una constituyente y luego Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, Daniel Ortega, modernizaron la estrategia en el nuevo milenio. Y en los últimos días, los comunistas chilenos acaban de fundar una nueva vía para llegar al poder, la vía neomarxista de la hegemonía cultural e ideológica previa del asalto estratégico. Sin embargo, al final, la vía chilena debe rendir culto a la maestría leninista de la constituyente.
Por todas estas consideraciones, cualquier corriente comunista, al margen de envolturas circunstanciales, debe rendirse a la estrategia de la constituyente. En el Perú, el Movadef de Sendero Luminoso acaba de respaldar la candidatura de Pedro Castillo y la convocatoria a una constituyente; es decir, acaba de hacer lo mismo que hizo Mendoza días atrás.
¿Por qué la constituyente es una especie de piedra roseta para todas las estrategias comunista, ya sean maoístas, procubanas, bolivarianas o progresistas? Porque la constituyente posibilita la reivindicación de un camino constitucional alternativo sobre la constitucionalidad republicana. Es decir, le agrega al asalto revolucionario la imagen de una constitucionalidad superior. Igualmente, la constituyente es una entidad que centraliza todos los poderes existentes de una determinada sociedad. Instalada una asamblea constituyente, todas las instituciones se vuelven líquidas: las Fuerzas Armadas, el Poder Judicial, el Congreso en funciones, y los sistemas de propiedad y los contratos pasan a ser asuntos de debates ideológicos.
La constituyente representa tal nivel de concentración de poder que los ahorros, la propiedad y el esfuerzo de una sociedad pueden ser redistribuidos mediante estatizaciones y expropiaciones, que deciden unas decenas de representantes. Por todas estas consideraciones, las verdaderas repúblicas siempre tienden a tener una constitución o a evitar caminos de reforma al margen de lo establecido en la Constitución.
Igualmente, las repúblicas retiran el poder constituyente del Ejecutivo y lo trasladan exclusivamente al Legislativo, tal como sucede en la Constitución del Perú. Sin embargo, la administración Vizcarra se convirtió en poder constituyente de facto –en base al plebiscito permanente–, bastardeó la Carta a niveles impensados y allanó el camino del asalto constitucional que hoy pretenden perpetrar las coaliciones comunistas detrás de Castillo.
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