La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Terrorismo en Francia pone a prueba a la libertad
El 9 de noviembre de 1989 se derrumbó el Muro de Berlín, símbolo incuestionable de la Guerra Fría que se desató luego de la Segunda Guerra Mundial. Las sociedades abiertas habían triunfado sobre los estatismos y horrores de derecha y de izquierda del siglo XX y el optimismo llevó a algunos a hablar del fin de la historia. El pasado viernes 13 de tres comandos de yihadistas del llamado Estados Islámico desataron una carnicería en Paris dejando más de 100 muertos y más de 300 heridos.
El 13 de noviembre del 2015 se sumaba de esta manera al 11 de septiembre de las Torres Gemelas y nos recordaba que la lucha por construir una sociedad abierta es larga, tortuosa, inacabable, y que, en vez de avanzar en línea recta, se desarrolla en zigzags y en círculos. En la lucha por la libertad la única certeza es la irrenunciable voluntad de luchar por ella.
En el siglo XX, las sociedades abiertas, que se fundamentan en la libertad política y económica, derrotaron al nazismo y al comunismo sin renunciar a sus principios, sobre todo, el de la tolerancia. Es evidente que la defensa de la libertad no es una estrategia boba. Allí están las impresionantes campañas de los aliados en Europa y los guerreros de la libertad encabezados por el general Patton. Sin embargo, Occidente se impuso porque las ideas son más poderosas que las armas y la idea de la libertad ha demostrado hasta hoy ser el cemento más sólido de cualquier sociedad.
En el siglo XX las sociedades abiertas se impusieron sobre todos los colectivismos y estatismos que engordaron los cementerios del planeta. Hoy le toca derrotar al fundamentalismo extremista en el terreno militar, económico, social, pero, sobre todo, en el ideológico. La prédica del fundamentalismo religioso puede prosperar en amplios sectores de Medio Oriente porque en los países islámicos la exclusión, la marginación, de las mayorías, coexiste al lado de oasis de impresionante prosperidad. La riqueza del petróleo solo ha beneficiado a dictaduras, sátrapas y, de pronto, la modernidad y tecnología del siglo XXI humillaba a la pobreza de tiempos medievales.
Las sociedades abiertas, por lo tanto, no solo tienen el deber de enfrentar la guerra declarada por el llamado Estado Islámico, sino de desarrollar una propuesta económica, social y política que posibilite que las mayorías islámicas se beneficien de sus ingentes recursos naturales y se beneficien de todas las ventajas que acarrea la incesante globalización.
Cuando el terror azota es natural que algunos sectores se inclinen por restringir la libertad para enfrentar los peligros y las amenazas. Argumentos y razones no faltan. Y en Europa se empiezan a escuchar semejantes argumentaciones. Sin embargo la superioridad moral de las sociedades abiertas es la mejor arma, es la herramienta letal, que nunca podrán enfrentar los fundamentalismos religiosos, laicos, y diversos tipos de sectas. Y esa superioridad moral se resume en libertad y tolerancia.
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