Las bancadas de la centro derecha –entre ellas Fuerza Po...
En los próximos días se deberá elegir la nueva mesa directiva del Congreso y es incuestionable de que la posibilidad de formar una mayoría republicana que defienda la Constitución y la economía de mercado es fundamental para detener la posibilidad de que se instaure el comunismo en el Perú.
Al cierre de esta edición, una serie de rumores indicaban que los partidos políticos comenzaban a actuar con la misma frivolidad que demostró el Legislativo anterior. Fuerzas políticas como Alianza para el Progreso (APP), Acción Popular (AP), Renovación Popular (RP), Fuerza Popular (FP) y Avanza País, al parecer, no se ponían de acuerdo para formar una amplia mayoría para conducir el Congreso, detener el proyecto comunista de la constituyente, y desarrollar reformas que afirmen la institucionalidad y la economía de mercado. Si se confirman estas versiones, la irresponsabilidad y frivolidad de los partidos y líderes estará fuera de cuestión.
Si desarrollamos un análisis reduccionista de por qué el sistema republicano ha llegado a este dramático momento, en el que uno de los comunismos más ortodoxos del planeta podría tomar el poder, es incuestionable que la principal explicación estaría en la negligencia y el cálculo irresponsable de los partidos y líderes democráticos. Por ejemplo, Alianza para el Progreso y Fuerza Popular tuvieron enorme responsabilidad de la renuncia de Manuel Merino a la presidencia interina y el encumbramiento de las minorías de las minorías en el Ejecutivo y la conducción del Legislativo.
Una de las preguntas que se formularán los sociólogos y analistas políticos en el futuro será cómo así el señor Francisco Sagasti llegó a la presidencia interina y la señora Mirtha Vásquez a la presidencia del Congreso, si ambos representaban la suma y la resta de todas las minorías. Una movilización de 20,000 personas y dos lamentables muertes se constituyeron en “el golpe de masas” que encumbró a Sagasti.
Planteadas las cosas, es necesario preguntarse si la actual polarización social y política por la negativa del Jurado Nacional de Elecciones a contrastar las actas cuestionadas con los padrones electorales antes de la proclamación de Pedro Castillo y el actual desmoronamiento institucional se habrían producido si Merino se hubiese mantenido en la conducción del Estado. Todo indica que no.
Por todas estas consideraciones líderes como Keiko Fujimori, Rafael López Aliaga, César Acuña, Hernando de Soto y otros, serán los directos responsables si no se forja la unidad de todas las fuerzas republicanas en el Congreso para elegir una mesa directiva que defienda el sistema constitucional y la economía de mercado.
A estas alturas, es evidente que el Congreso es una de las pocas instituciones que se puede erigir en una muralla contra el intento de convocar una constituyente, que disolvería todas las instituciones y relativizaría todos los sistemas de propiedad y de contratos, en una asamblea de representantes que tendría todos los poderes habidos y por haber. Una asamblea constituyente no tiene ningún contrapeso de poder o control político, porque es el intento de hacer una tábula rasa de todo lo existente y comenzar una nueva era, la era comunista.
Creer que estamos en una negociación más en el Congreso, en la que los partidos pueden sacar todas las ventajas y pequeñeces conocidas, desvelaría una orfandad ideológica de los líderes que no habrían entendido que el Perú ha llegado a una disyuntiva insalvable: o se mantienen las libertades políticas o económicas o nos enrumbamos en una larga noche colectivista y autoritaria.
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