Editorial Política

La pobreza no produce terror, el maoísmo sí

Reflexiones detrás de la huelga magisterial en el Perú

La pobreza no produce terror, el maoísmo sí
  • 09 de agosto del 2017

Reflexiones detrás de la huelga magisterial en el Perú

La huelga magisterial que impulsa el Comité Nacional de Lucha y el Comité de Reorganización y Reorientación del SUTEP (Conare - SUTEP) ha sorprendido por su nivel de violencia: bloqueo de las principales minas del Corredor Minero del Sur y paralización de las actividades turísticas. También ha sorprendido la capacidad de financiamiento del Conare, que le ha posibilitado movilizar 40 000 docentes de provincias para desarrollar marchas en la capital. 

Más allá de que el eje fundamental de la plataforma del Conare ignore el futuro de los niños del Perú —porque en el afán de ganar adhesiones en el magisterio pretende derribar la Ley de Carrera Pública Magisterial y la evaluación de desempeño docente—, vale detenerse en la identidad ideológica de los movimientos que están detrás del Conare y la huelga magisterial como el llamado Movadef —vinculado a Sendero Luminoso— y otros como Puka Llacta. La identidad de estos grupos es el maoísmo, una de las versiones más extremistas del marxismo leninismo. Los mencionados grupos no aceptan la democracia como el sistema ideal para tramitar las diferencias y los conflictos, y solo participan en el sistema democrático para dinamitarlo por dentro, de acuerdo a las mejores enseñanzas leninistas.

De allí que estos grupos se planteen controlar el sistema educativo desde las facultades e institutos de educación superior que forman a los futuros maestros y manejar el sindicato magisterial para desarrollar la concientización de futuras generaciones de “revolucionarios”. En el desarrollo de esta estrategia, la calidad académica de la escuela pública o el futuro de los niños que se forman en “la escuela burguesa”, en realidad, les importa un comino.

Las cosas que señalamos con respecto al maoísmo y la educación no son simples elucubraciones teóricas, sino que sucedieron en el Perú de los setenta y los ochenta, desencadenando el terrorismo de Sendero Luminoso contra el Perú. Todos sabemos del baño de sangre y la destrucción que desataron los fanáticos de este movimiento comunista. El terrorismo senderista no fue una acción de obreros, campesinos y diversos sectores populares, sino básicamente una locura de un puñado de maestros y estudiantes. Es decir, el terror vino de la educación estatal.

De alguna manera la civilidad de entonces erró gravemente al no enfrentar la ofensiva que desarrollaron estos grupos maoístas y ceder todos los espacios en la confrontación ideológica y política. Al respecto se ha debatido hasta la saciedad sobre las causas del terrorismo de los ochenta. Algunos sostenían que el origen era la pobreza, pero inmediatamente se recordaba, por ejemplo, que Bolivia y Haití —países más pobres que el Perú— no padecieron la vesania del terror porque no tuvieron un maoísmo tan denso.

Poco a poco en el debate y las reflexiones fuimos entendiendo que la principal explicación de la barbarie que desató Sendero Luminoso estaba en la campaña ideológica y cultural que organizó el maoísmo en las universidades y la escuela públicas durante dos décadas. Al margen de las diferencias de época y de la naturaleza de la crisis, ¿permitiremos que la historia se vuelva a repetir?

Derrotar la estrategia del Conare en el magisterio no solo es salvar la política de meritocracia en la docencia, que se ha impulsado a lo largo de tres gobiernos democráticos, sino también dejar en claro que en el Perú no “hay una democracia boba” que se deja emboscar de nuevo, pese a que la emboscada ya sucedió en décadas pasadas.

La responsabilidad de enfrentar la ofensiva maoísta no solo es el del gobierno, sino también de la oposición. En su calidad de movimiento plebeyo y emergente, el fujimorismo tiene una particular responsabilidad. Se necesita una gran unidad nacional para preservar la meritocracia en la docencia, para que la policía detenga al violentista cuando bloquea una mina o destruye la propiedad pública y privada, para que los fiscales y los jueces procesen y detengan a los violentistas y para que los gobiernos regionales descuenten y despidan a quienes creen que la docencia es desarrollar el libreto extremista.

 
  • 09 de agosto del 2017

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