Mariana de los Ríos
Pedro Páramo (2024): entre murmullos y sombras
La más reciente adaptación cinematográfica de la novela de Rulfo
La adaptación cinematográfica de Pedro Páramo –que se puede ver en Netflix– dirigida por Rodrigo Prieto (Ciudad de México, 1965) es un ambicioso intento de trasladar a la pantalla la complejidad de la novela de Juan Rulfo. Prieto, renombrado director de fotografía con una trayectoria en películas icónicas como El irlandés (2016) o Los asesinos de la luna (2023), se sienta por primera vez en la silla del director para enfrentarse a uno de los textos más desafiantes del canon literario mexicano.
Si bien la película tiene momentos que muestran acertadamente la esencia del realismo mágico y la atmósfera opresiva de Comala, también queda atrapada en sus propias aspiraciones. Comala cobra vida a través de imágenes que oscilan entre el romanticismo gótico y el western, con una estética que combina recursos tradicionales con efectos CGI. Prieto opta por un enfoque esencialista, intentando respetar la estructura fragmentada de la novela, pero esta fidelidad al texto a veces se traduce en una narrativa confusa y poco accesible para quienes no están familiarizados con el material original.
La representación de Comala como un purgatorio de almas errantes es uno de los puntos más fuertes del filme. Desde el primer plano, con la cámara hundiéndose literalmente en la tierra para recoger los murmullos de los muertos, Prieto introduce al espectador en un universo donde los vivos y los muertos conviven en un limbo de recuerdos y traiciones. Las escenas en las que Juan Preciado (Tenoch Huerta) interactúa con los habitantes espectrales del pueblo son efectivas, especialmente en los momentos en que los sucesos del libro se traducen en imágenes inquietantes. Sin embargo, la película flaquea cuando se apoya demasiado en recursos visuales que, aunque vistosos, parecen desconectados del tono sombrío de la narrativa. Un ejemplo claro es la nube de cuerpos desnudos en CGI, que resulta más artificiosa que impactante, alejándose de la sutileza de Rulfo.
Manuel García-Rulfo logra una interpretación matizada del cacique que da título a la obra. Su Pedro Páramo no es solo un tirano autoritario, sino también un hombre profundamente roto, incapaz de superar la ausencia de Susana San Juan (Ilse Salas). Este enfoque permite una lectura más humana del personaje, mostrando no solo su lado oscuro, sino también su vulnerabilidad. Escenas como la de la cometa, que evoca recuerdos de Susana, logran transmitir una melancolía genuina, convirtiendo a Páramo en una figura más tridimensional que en adaptaciones previas. No obstante, García-Rulfo no siempre consigue proyectar la presencia dominante que el personaje requiere, porque su interpretación carece de la intensidad necesaria para transmitir el terror y la omnipotencia que definen a Pedro Páramo como "un rencor viviente".
El guion de Mateo Gil intenta respetar la estructura no lineal de la novela, una tarea titánica dada su complejidad. Los saltos temporales y las múltiples perspectivas están bien integrados en algunos momentos, pero en otros generan una desconexión que dificulta el seguimiento de la trama. Si bien esta fragmentación puede interpretarse como un reflejo de la fragmentación emocional y social de Comala, también provoca que ciertos personajes secundarios, como Fulgor Sedano (Héctor Kotsifakis) y Dorotea (Giovanna Zacarías), queden desdibujados. Además, el protagonista Juan Preciado carece de profundidad suficiente para sostener la narrativa. Su viaje se siente más como un pretexto para explorar el pasado de Páramo que como una experiencia transformadora en sí misma. Esto debilita el impacto emocional de la historia y deja al espectador con la sensación de que falta un núcleo narrativo sólido.
El Pedro Páramo de Rodrigo Prieto es un intento valiente y visualmente cautivador de adaptar una de las obras más complejas de la literatura latinoamericana. Aunque la película logra momentos de gran impacto y ofrece una interpretación novedosa del cacique de Comala, su narrativa fragmentada y su ocasional desconexión emocional impiden que alcance todo su potencial. Prieto demuestra ser un cineasta con una visión interesante, pero aún en proceso de encontrar el equilibrio entre forma y contenido.
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