Giancarlo Peralta
¿Por qué no acabamos con la pobreza?
Los nefastos resultados del populismo en el Perú y Latinoamérica
Durante muchos años hay políticos que han hecho creer a un sector de la población que es el Estado el que debe resolver el problema de la pobreza, en virtud de que habría personas incapaces de satisfacer por sí mismas sus necesidades básicas. Nada más falso, quien propugna esta creencia en realidad desea que el Estado establezca un organismo al cual se le asigne cientos o miles de millones de soles del erario nacional para que sean administrados por funcionarios nombrados por políticos para que disfruten/compartan sueldos exorbitantes.
El populismo de izquierda siempre emplea el argumento de que “los de arriba nunca se interesarán por los de abajo”, lo cual es totalmente falso. Los “de arriba” siempre estarán a favor de la expansión del mercado de consumo, es decir, del fortalecimiento de la demanda interna, de la capacidad de compra de los consumidores porque es la dinámica económica la que permite generar mayores beneficios a los productores o proveedores de servicios. Este conjunto de actividades, de intercambios recíprocos, estimula la competencia y proporciona a la sociedad mayores beneficios porque los niveles de eficiencia y productividad redundan en provecho de todos.
Si los “de abajo” están bien y mejoran constantemente su calidad de vida, los “de arriba” tienen mayores oportunidades de generar riqueza; por consiguiente, de invertir y echar a andar la rueda del ascenso social de manera colectiva y no impuesta por un iluminado funcionario de gobierno.
El populismo en el Perú y Latinoamérica han resultado nefastos, desde el arribo al poder de Fidel Castro empleando las armas en Cuba y los experimentos de “socialismo del siglo XXI”, donde la democracia fue empleada para capturar el poder y desde allí detonar la democracia, Hugo Chávez y sus adláteres, como Nicolas Maduro, han permanecido en el gobierno sin posibilidad alguna de alternancia porque simplemente organizan fraudes electorales, lo peor es que el pueblo venezolano atraviesa una crisis sin precedentes en su historia republicana. Siete millones de sus conciudadanos han tenido que abandonar a pie su país para refugiarse en otros países.
Bolivia, liderada por Evo Morales, siguió el “ejemplo” de Venezuela y, en la actualidad, el peso boliviano carece de respaldo monetario en divisas; por lo que recurren al “Cholar” (en alusión a la estabilidad de la moneda peruana frente al dólar estadounidense). Empero, el Perú no se libró del populismo de izquierda ni del control de los organismos electorales como el Jurado Nacional de Elecciones, la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) y el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (RENIEC) sobre cuya objetividad y transparencia han surgido muchas sombras desde que dieron como ganador en 2021 a la plancha que no cumplía con el requisito constitucional de estar conformada por tres miembros. La actual mandataria llega al poder gracias a la rebelión injustificada de Pedro Castillo, quien ansiaba convertirse en dictador, avasallando al poder legislativo y asumiendo el control de todas las otras instituciones del estado, algo similar cometió Martín Vizcarra cuando decide junto a su premier el cierre del congreso en el 2018.
En las próximas elecciones generales del 2026 no perdamos la perspectiva, tengamos presente que las políticas de izquierda han sido un desastre. En 2011, Alan García deja el poder, por entonces, el Producto Bruto Interno (PBI) se expandía 7% anual en promedio durante los cinco años de su gobierno. En 2011, asume el gobierno Ollanta Humala y el PBI cayó a 4 por ciento por su política contraria a la inversión, y así sucesivamente, con Pedro Castillo se ahuyentó al capital de la clase media y más de US$ 20,000l millones salieron del país porque su gobierno generaba desconfianza.
Latinoamérica está cambiando, encabezados por hombres como Javier Milei, actual presidente de Argentina, quien tiene el conocimiento suficiente para demostrar ante cualquier político populista de izquierda o de derecha, que el estado no debe gastar más de lo que recibe, porque si no ocasiona inflación. Tampoco debe representar una gran carga para quienes producen o brindan un servicio, mientras haya un estado pequeño y eficiente, la economía del país irá viento a proa.
Ojalá, el 2026, los peruanos podamos escoger entre dos políticos de derecha. Más humildad y mayor compromiso con el futuro, es lo que se requiere y no una diáspora electoral que termine por beneficiar a otro de los títeres de la izquierda. Si persistimos en el camino equivocado, no solo no acabaremos con la pobreza, sino que la incrementaremos.
COMENTARIOS