¡La importancia de la política y de la unidad de la oposición!

Luego de los primeros días de la administración Castillo –en que el propio jefe de Estado y el presidente del Consejo de Ministros (PCM), Guido Bellido, han ratificado la convocatoria de una asamblea constituyente–, la designación de un equipo ministerial integrado por personajes con relaciones borrosas con el terrorismo, la creación de empresas estatales en áreas de gas y de energía y la organización de un sistema nacional de rondas paralela al Estado republicano, las cosas deben estar claras para el país. Hoy es indudable que existe la amenaza de un proyecto totalitario que colectivice la economía.

Ante esta situación, todos los sectores que defienden la Constitución, las libertades políticas y económicas y la propiedad privada, ya sea dentro o fuera del Congreso, deben entender que solo la unidad de los sectores democráticos y republicanos posibilitará defender la libertad. En ese sentido, cualquier diferencia, cualquier herida surgida en tiempos de las guerras políticas e institucionales del vizcarrismo, debe ser superada y postergada por el objetivo supremo de defender la institucionalidad. 

La unidad de la oposición es un asunto de vida o muerte para la libertad. De allí la urgencia de convertir al Congreso de la República en la columna vertebral de la institucionalidad, habida cuenta de que representa a la asamblea de la pluralidad nacional elegida por sufragio. Lograr este objetivo siempre será un tema complicado, debido a los años en que se demonizó a la institución parlamentaria, las reformas constitucionales que recortaron las prerrogativas de nuestros representantes y el debilitamiento del equilibrio de poderes con el tema de “la cuestión de confianza”.

No será una tarea fácil reconstruir la relación del Congreso con la sociedad, pero es un objetivo central si pretendemos salvar la actual institucionalidad republicana.

De otro lado, la oposición y los diversos partidos antiguos y colectivos de jóvenes que se emplazan desde el centro hasta la derecha (incluso la izquierda democrática) deben comenzar un proceso frenético de organización desde los distritos, provincias y regiones, para crear la fuerza política y social que defienda la libertad y la institucionalidad republicana. 

Ignorar esta urgencia es pretender tapar el sol con un dedo. La urgencia deviene del intento de la administración Castillo de generalizar la organización de las rondas a nivel nacional con objeto de relativizar el papel de la Policía Nacional del Perú (PNP) y de nuestras fuerzas armadas. La única manera de detener este intento de crear una milicia, una fuerza paralela al Estado republicano, pasa por organizar y movilizar a la sociedad. De allí entonces que hoy más que nunca la política y el trabajo en las bases se conviertan en los principales combustibles para defender la libertad.

Si bien la función de las empresas no es fomentar la organización de la sociedad en el sistema republicano –sino producir, innovar y generar rentabilidad económica–, es incuestionable que frente a la amenaza de un proyecto totalitario es momento de que las cámaras de comercio regionales lideren una amplia convergencia de los mercados formales e informales del país. El objetivo: defender el régimen económico consagrado en la Constitución, los más de 17 tratados de libre comercio que explican el crecimiento y la diversificación de la economía nacional. Igualmente se trata de resguardar todas las inversiones en recursos naturales que se han concretado por concesiones otorgadas al amparo de la Constitución y las leyes nacionales.

Los objetivos de revalorar la política como uno de las principales herramientas de la defensa de la libertad y la unidad de la oposición, a nuestro entender, no serán posibles si los nuevos y viejos líderes de la oposición, no le explican a la ciudadanía las relaciones indisolubles entre república, libertad, capitalismo y empresas. Si la administración Castillo logra destruir la economía de mercado habrá conseguido un objetivo central para destruir a las clases medias (baluarte de la oposición) y lanzar una ofensiva de expropiaciones y de colectivizaciones.

Ese momento nunca debe llegar. De allí la importancia de la política, la unidad de la oposición y la defensa de los mercados y las empresas.