La comisión de Constitución del Congreso de la R...
El fin de semana pasado, Perú Libre hizo el primer ensayo en camino a su propia estrategia de “Los cuatro suyos”. Luego de que el presidente del Consejo de Ministros (PCM), Aníbal Torres, desempolvará todos los argumentos utilizados durante la administración Vizcarra para el cierre inconstitucional del Congreso, y enfilará contra el Legislativo, acusándolo de “golpista”, el perulibrismo procedió a convocar a sus bases de provincias a concentrarse en Lima.
En ese interín se produjo el gesto de una supuesta tregua entre la presidente del Congreso, María del Carmen Alva, y el jefe de la bancada de Perú Libre, Waldemar Cerrón. Sin embargo, la marcha en contra del Congreso ya estaba convocada, utilizando todos los recursos del Estado. Sin embargo “la manifestación de masas” fue un fracaso.
Pese a la enorme logística, los manifestantes de Perú Libre no sobrepasaron los 3,000. Considerando el reciente fracaso progresista en convocar a una marcha contra el Ejecutivo, luego del desembarco de este sector del ex Gabinete Valer, no es exagerado sostener que en las movilizaciones ciudadanas en Perú predomina el centro y la derecha.
Sin embargo, cantar victoria cuando falta una guerra cultural por ganar es organizar el fracaso seguro. Ayer, 20 de febrero, Perú Libre , por ejemplo, convocó un evento en Ica de militantes perulibristas, en el que se buscó afiatar la voluntad de los cuadros para seguir persistiendo en la asamblea constituyente. El congresista Waldemar Cerrón y la bancada de Perú Libre inauguraron y dirigieron el evento en el que participaron diversos expositores.
De otro lado, en la Ciudad Blanca, ha surgido una Coordinadora Política y Social de la Región Arequipa, que convoca a una movilización popular para el próximo 24 de febrero, denunciando “el modelo neoliberal” de Pedro Castillo. Y si a estos hechos le sumamos la multiplicación de los conflictos en Chumbivilcas –con demandas absurdas, inconstitucionales e ilegales, que presionan y extorsionan a MMG-Las Bambas, una de las diez megaminas de cobre más grande del planeta–, es evidente que más allá de coordinaciones o convergencias, todo el discurso antisistema que han desarrollado Pedro Castillo y Perú Libre en contra de la Constitución y el modelo, de una u otra manera, tiene consecuencias.
Planteada las cosas así, es evidente que Perú Libre y el Movimiento por la Amnistía de Derechos Fundamentales (Movadef), siguiendo las viejas tradiciones leninistas, han decidido apoyar al Gobierno de Pedro Castillo, pero bajo el principio de unidad y lucha.
Unidad en el sentido en que el Ejecutivo les permite importantes cabeceras de playa en el Estado para seguir acumulando fuerzas en función de la asamblea constituyente: allí están los ministerios de Energía y de Salud, controlados directamente por Perú Libre. Asimismo, allí están los prefectos y subprefectos vinculados al Movadef.
Con estas posiciones en el Estado, los comunistas ortodoxos utilizan el llamado Estado burgués para destruirlo desde adentro y organizar la vanguardia de la revolución: Perú Libre y el Movadef se disputan ese lugar.
Pero, ¿por qué la unidad se acompaña de la lucha en la estrategia? El Gobierno de Castillo, para evitar su caída inevitable (por una acelerada destrucción económica), ha tenido que ceder en casi todas sus iniciativas económicas: por ejemplo, se ha nombrado a Julio Velarde en la presidencia del BCR y a Carlos Graham en el Ministerio de Economía (MEF), y no se han podido implementar la constituyente ni la nacionalización del gas y los recursos naturales.
Desde el punto de vista de la ortodoxia comunista, entonces, el Gobierno de Castillo empieza a ser uno de “transacción con la derecha y el neoliberalismo”. En este contexto, cerrar el Congreso es vital. El Congreso comienza a convertirse en una muralla ante la asamblea constituyente.
Igualmente, arrinconar al MEF y al Banco Central de Reserva en la defensa del modelo pasan a ser objetivos centrales, y de allí las plataformas radicales en contra del modelo neoliberal.
En resumen, poco a poco, comienza a surgir una oposición radical de extrema izquierdista comunista, que sueña en convertir a la calle en el gran elector de la constituyente. Los republicanos, entonces, deben organizarse y entender.
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