La dramática agonía del sistema republicano

Poco a poco las elecciones a la segunda vuelta en el Perú comienzan a convertirse en un drama internacional. Y no solo por el hecho de que Pedro Castillo, de Perú Libre, haya pasado a la segunda vuelta con un programa comunista ortodoxo, sino también por las denuncias e irregularidades que se acumulan en el proceso electoral, cuando apenas décimas de punto separan a Castillo de Keiko Fujimori, de Fuerza Popular.

La decisión del Jurado Nacional de Elecciones (JNE) de negarse a contrastar las actas impugnadas, observadas por la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE), y tramitar las que tienen demandas de nulidad, comienza a echar graves sombras sobre el sistema electoral peruano en momentos en que están en disputas medio millón de votos. En este escenario, la polarización nacional amenaza con devorarse los pocos restos de institucionalidad en que dejó al país la pasada administración Vizcarra. Crisis política, crisis institucional y confrontación política y social se convierten en los ingredientes de una crisis general del sistema republicano.

En este contexto, las tres décadas de crecimiento económico comienzan a ser afectadas de gravedad. Se acaba de conocer que más de US$ 13,000 millones se han fugado de nuestro país, no obstante que antes era considerado una de las plazas más seguras del planeta para invertir. Asimismo Julio Velarde, presidente del Banco Central de Reserva, el símbolo de la seriedad económica nacional y uno de los banqueros más prestigiados del planeta, acaba de señalar que no continuará en el cargo ante la eventualidad de que Pedro Castillo asuma el poder. 

Entretanto el dólar comienza a dispararse sobre los S/ 4 y las acciones de las empresas se desploman en la bolsa. Y los efectos de la incertidumbre económica comienza a notarse en algunos productos de la canasta básica, sobre todo los que dependen de las importaciones.

Con semejante polarización en curso, con una mitad del país que cuestiona el comportamiento de las autoridades electorales y con efectos económicos que –no obstante ser transitorios– empiezan a golpear el curso de la economía, no es exagerado sostener que el proceso de construcción republicana, que acumula cuatro elecciones sucesivas sin interrupciones, ha comenzado una agonía final.

El dramatismo de esta elección proviene del hecho de que el programa de Perú Libre y de Pedro Castillo es clarísimo en cuanto a convocar a una asamblea constituyente, colectivizar la economía e iniciar un camino de expropiaciones y nacionalizaciones. El establishment político –que ha manejado el Estado desde las administraciones de Humala, PPK, Vizcarra y Sagasti– se ha convencido de que puede “copar” a Pedro Castillo, distanciarlo de Vladimir Cerrón y Perú Libre y convertirlo en un “caviar de origen provinciano”, domeñado por ideas centristas. Sinceramente no sabemos de dónde han sacado semejantes conclusiones. De alguna manera este punto de vista expresa la soberbia criolla, que se embriaga ante la posibilidad del poder, no obstante carecer de partidos y no ganar elecciones.

Ante esta situación solo nos resta un camino para seguir defendiendo la libertad y la continuidad del proceso republicano: exigir que el JNE contraste las más de 2,000 actas cuestionadas con los padrones electorales para dilucidar la situación de alrededor de 500,000 votos. Si no lo hace, solo gatillará una crisis de consecuencias que nadie puede predecir.

Ante esta situación algunos sostienen, ¡basta de incertidumbre! ¡Ya no peleen más por los votos! ¡Necesitamos estabilidad! A estos sectores les respondemos que si no libramos esta batalla en la defensa del voto estamos seguros de que las próximas batallas serán en medio del empobrecimiento general de la población, la centralización del poder y la masificación del clientelismo. Y por supuesto, en medio de las persecuciones políticas que suelen desarrollar los proyectos bolivarianos en la región.

Por todas estas consideraciones, si pretendes preservar la libertad, solo te queda luchar hasta quemar el último cartucho. Es decir, hasta contar el último voto.