La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Félix Suasuaca, autoproclamado presidente del Frente Unificado de las Cuencas de Puno, acaba de declarar que el próximo 7 de junio, Día de la Bandera, no se permitirá el izamiento del pabellón nacional. Según Suasaca en las casas de Puno se izarán banderas negras. ¿Cómo es posible que existan semejantes declaraciones sin que se produzca una reacción nacional democrática? ¿Acaso no estamos ante una guerra por el lenguaje que busca deconstruir los símbolos nacionales para favorecer algunas estrategias secesionistas?
Si bien es evidente que cualquier estrategia de secesión en Puno no tiene el menor respaldo de la mayoría de los puneños, la democracia peruana, el Perú y la peruanidad no pueden seguir permitiendo estas estrategias posmodernas y comunistas que buscan erosionar la simbología nacional. En ese sentido, el Ejecutivo, el Congreso, los partidos políticos, las organizaciones de la sociedad, las fuerzas armadas y la policía nacional (PNP) deben desarrollar una intensa movilización para garantizar el izamiento del pabellón nacional en Puno en el Día de la Bandera.
A pesar del fracaso total del paro de ayer en la región (todo se desarrolló con normalidad), los movimientos radicales del Fenatep, del Movadef y de las oenegés de izquierda otra vez pretenden manipular las ineficiencias, indolencias y retrasos del Ejecutivo en la solución de los problemas acumulados de Puno. El respaldo de algunas autoridades locales al fracasado paro señala que los diálogos entre el Ejecutivo y las autoridades locales no han prosperado.
El Gobierno, por falta de voluntad, por falta de operadores políticos, está desperdiciando un momento inmejorable para consolidarse y afirmar la gobernabilidad. Todos sabemos que Puno es la región en donde más del 90% de la gente vive en informalidad y donde más del 40% de la población está en situación de pobreza. Sin embargo, esta región está repleta de mercados populares y emergentes en donde florece un emprendedurismo que sorprende a tirios y troyanos. La informalidad emprendedora convive con la minería ilegal, el contrabando y otras economías ilegales, en medio de las economías tradicionales y de subsistencia de las comunidades campesinas.
En síntesis, en Puno existe una sociedad emergente, con un enorme potencial para el crecimiento y el desarrollo, pero no hay Estado. Y cuando el Estado se hace presente solo lo hace para bloquear y aplastar a los mercados populares. El Estado entonces es el gran enemigo de Puno, y de allí que el radicalismo manipule estos sentimientos de la gente.
En ese sentido, el Ejecutivo, por ejemplo, debería proponer un plan mínimo de inversiones que incremente los servicios de agua potable y desagüe para la población puneña. Casi el 60% de las viviendas de la región carecen de este servicio básico. Igualmente, en las ciudades y distritos se debería avanzar en la construcción de sistemas de alcantarillado. Juliaca, por ejemplo, un lugar frenético de transacciones y negocios, después de una lluvia y granizada se llena de fango y lodo por falta de alcantarillado y se parece a cualquier ciudad de siglos pasados.
Asimismo, Puno puede ser el gran laboratorio nacional para erradicar la creciente informalidad de la sociedad peruana. El Ejecutivo y el Congreso deberían desarrollar reformas legales para construir una nueva legalidad que exprese y represente a la realidad de los mercados populares emergentes de Puno. Ese nuevo orden, inevitablemente, demandará un Estado simplificado, menos impuestos, menos sobrerregulaciones laborales y plena libertad económica, tal como sucede en todos los mercados populares puneños.
Puno entonces es el gran problema, pero también la gran posibilidad, tratando de parafrasear a Basadre. Si el Ejecutivo, el Congreso y las autoridades locales son capaces de lanzar un shock de inversiones y construir las bases de una nueva legalidad –de una nueva relación entre el Estado, la sociedad y los mercados– entonces habremos avanzado un gran trecho en la construcción de la peruanidad.
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