La balcanización del Perú

Análisis de los resultados de las elecciones regionales y municipales

Los resultados de las elecciones del domingo 5 de octubre nos presentan a dos países que se distancian cada vez más. En Lima, por ejemplo, el abrumador voto que le otorgó el triunfo a Luis Castañeda se concentra, principalmente, en los sectores C,D, E y en los conos populares emergentes de la ciudad, en tanto que la disputa entre los demás candidatos por el segundo lugar se focalizó en los segmentos A y B. ¿Qué ha sucedido para que en Lima se desarrolle esta segmentación social (y casi clasista) de las preferencias electorales?

La avalancha a favor de Castañeda produce una sensación de alivio considerando que Gregorio Santos del MAS (Patria Roja) ganó en Cajamarca con un 49% de los sufragios. Si bien Walter Aduviri quedó segundo en Puno y disputará la segunda vuelta con el favorito Juan Luque,  el resultado nos plantea enorme interrogantes, sobre todo, por la sorprendente audiencia que parece tener el colectivismo radical. Igualmente la derrota de Zenón Cuevas –otro representante del colectivismo radical- en Moquegua envía ciertas señales de tranquilidad, pero presenta las mismas encrucijadas.

Si a estos datos le sumamos los pobres resultados a favor de los partidos políticos en Lima y las regiones no es exagerado hablar de que, en estas elecciones, se presentan dos países que, en vez de acercarse, parecen alejarse. ¿Nuestra sociedad no es la estrella de América Latina que ha crecido durante más de dos décadas y ha reducido sostenidamente la pobreza? ¿Cómo entender estos resultados no obstante la increíble descentralización económica con el regreso de los capitales a la explotación de recursos naturales y el agro? Las preguntas se suceden al infinito.

En el Perú la economía de mercado se ha desarrollado casi sin Estado y cuando éste ha intervenido solo ha sido para bloquear la energía y la potencia de los privados. El fastidio frente al sistema de impuestos confiscatorios y leyes laborables imposibles de cumplir es el mismo en Gamarra, Villa el Salvador, Huancayo, Juliaca y Huancané.  Se trata de la misma rabia anti estatal, solo que, en algunos lugares, el colectivismo radical actúa a sus anchas.

En Cajamarca la gente se siente excluida de los beneficios de la minería. Las empresas privadas pagan sus impuestos al Estado, pero éstos no se transforman en servicios, porque la región y los municipios no hacen la obra correspondiente. Allí aparece el discurso radical y en vez de criticar a los responsables se demoniza a las empresas.

Es en este contexto en el que tenemos que analizar los pobres resultados de los partidos políticos en Lima y provincias y entender que la democracia y la economía de mercado no tienen viabilidad al margen de los partidos y de una reforma del Estado.

La ausencia de partidos desconecta al Estado de los ciudadanos y las provincias. Surge un Estado ensimismado en poder de burócratas que crean trámite tras trámite. El resultado natural es la furia de los ciudadanos contra ese Estado indolente que solo se aparece para cobrar y sancionar nuevas sobrerregulaciones. En ese contexto, los colectivismos radicales manipulan y desarrollan sus discursos como en un garbanzal. Si hubiese organizaciones democráticas peleando la representación de esa ira legítima otra sería la historia.

En síntesis, unas elecciones subnacionales que nos notifican que el sistema político sigue fragmentado, balcanizado, a merced de intereses particulares y, en muchos casos, de las economías ilegales. Quizá la gran noticia en medio de estas desazones y desconciertos es que no obstante la fragmentación e, incluso, la desaceleración económica, el Perú parece enrumbarse hacia su cuarta elección nacional sin interrupciones. Tremenda noticia para una de las pocas democracias sin partidos.