Editorial Política

Informalidad: problema y posibilidad

Ante fracaso en contención de pandemia y recesión

Informalidad: problema y posibilidad
  • 08 de junio del 2020

Además de los problemas estructurales acumulados en el sistema de salud y los yerros del Ejecutivo, el fracaso en la contención de la pandemia se explica por la incomprensión de la informalidad y de las sociedades emergentes y populares, que han surgido al lado de un capitalismo moderno y globalizado. 

El Ejecutivo decretó una cuarentena sin inteligencia sanitaria, sin pruebas moleculares, respiradores ni equipos de protección especial para el personal de primera línea (personal de salud y de seguridad). El resultado: prolongar una cuarentena medieval que derrumbará el PBI en 15% este año, que destruirá más de dos millones de empleos y que incrementará el número de pobres en tres millones de peruanos (sumando nueve en total).

En este contexto, cuando el Ejecutivo decretó la ampliación de la cuarentena hasta el 30 de junio y –en la práctica– señaló que los informales debían dejar de trabajar tres meses y medio, se produjo un silencioso y pacífico desborde popular: en todos los conos de Lima, en las sociedades emergentes y populares del país, la ciudadanía empezó a trabajar a todo vapor horas después. La autoridad del Estado fue desbordada pacíficamente porque los pobres del país tenían que salir a comprar y vender para evitar la muerte por el hambre. El pobre emergió como un protagonista heroico porque sabía que enfrentaba dos amenazas: el hambre y el contagio del Covid-19.

Cuando el Ejecutivo, a través de los burócratas colectivistas, pretendió ahorcar al sector privado con protocolos que ellos debían aprobar a su libre albedrío, los millones de empresas informales, simplemente, ya estaban trabajando. ¿Qué significa todo esto? Que la informalidad echó a andar la economía y movilizó las fuerzas de la reactivación, en contra de las visiones burocratizadas de los colectivistas de izquierda. Hoy solo basta publicar el protocolo de una empresa y cumplir los criterios sanitarios (distancia social, tapabocas y lavado de manos) para que la mayoría de empresas vuelvan a trabajar.

Detrás de la reacción de la informalidad que desató el desborde social existe una enorme sabiduría: la comprensión de que agravar la recesión y el aumento de la pobreza elevará la letalidad de la pandemia a la enésima potencia. Es decir, los muertos por hambre e inanición serán incontables. Así como los años ochenta el mundo de la informalidad se rebeló pacíficamente contra el Estado mercantilista y contra el terrorismo senderista creando un Otro sendero –texto seminal de Hernando de Soto–, igualmente hoy el mundo emergente ha derrotado las estrategias burocráticas y anti sector privado del Estado, porque se pretendía desarrollar una cuarentena medieval por miedo a develar la magnitud del fracaso de la política sanitaria.

La informalidad entonces no solo es un problema para la contención de la pandemia y la recesión, sino que los hechos reseñados nos señalan que también representa una posibilidad. En la práctica, con su actitud de liberar la economía, los informales están salvando a muchas empresas formales que contribuyen con el 80% de los ingresos del Estado, ingresos que fagocitan los burócratas colectivistas.

Pero las sociedades emergentes también representan una posibilidad porque, de una u otra manera, nos están diciendo que no necesitamos muchos burócratas –es decir, regulaciones, protocolos, funcionarios y ministerios– para que la economía se eche a andar. Igualmente nos están señalando que los mercados y las relaciones laborales deben funcionar con extrema flexibilidad, tal como sucede en Gamarra y en todos los mercados Unicachi, por ejemplo. Y, de una u otra manera, nos dicen que el sistema tributario debe ser más accesible a todos para ensanchar la base tributaria y relanzar al sector privado, el motor y la energía de la libertad y el bienestar a lo largo de la historia universal. En otras palabras, nos están diciendo que necesitamos un nuevo orden económico y social que formalice la práctica de las mayorías.

El mensaje del mundo informal, pues, es uno solo: el Perú necesita un solo país, una sola sociedad, una sola economía. Y todos sabemos que la única manera de eliminar sobrerregulaciones, procedimientos y burócratas es racionalizando los gastos del Estado –eliminando ministerios innecesarios– para concentrarlos en salud y educación. Ese proceso nos permitirá tener un sistema tributario amigable y regulaciones prosociedad y proinversión. En otras palabras, nos permitirá construir una sola sociedad.

  • 08 de junio del 2020

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