Los peruanos e hispanoamericanos celebramos la Semana Santa, d...
Más de cincuenta empresas de la industria alimentaria a través la ONG “Soluciones empresariales”, en coordinación con el Instituto Nacional de Defensa (INDECI) y la Presidencia del Consejo de Ministros, han comenzado un reparto de 20,000 canastas de víveres en las zonas pobres de la capital; por ejemplo, en el Rímac y Ticlio Chico (San Juan de Miraflores). La campaña de distribución se denomina “Hombro a hombro”. Asimismo, el aporte de la industria molinera en colaboración con las panaderías del Ejército está posibilitando distribuir un pan de 250 gramos que dura siete días, el “pan bicentenario”, que durante el fenómeno del Niño pasado se llamó “pan Pachacútec”.
Todas las industrias vinculadas a la producción de alimentos, que fueron demonizadas por una campaña colectivista y anti inversión, hoy se han lanzado a esta movilización solidaria con nuestros compatriotas más desamparados. La pregunta que surge es: ¿en dónde están las asociaciones y oenegés que echaron fuego y azufre en contra de la industria alimentaria?
Sin embargo, más allá de la información, el hecho sirve para reflexionar sobre la relación de la industria alimentaria y la lucha contra la pandemia del Covid-19. ¿Serían posibles las cuarentenas que se desarrollan en las grandes ciudades sin la industria alimentaria? ¿Sería viable la cuarentena en Lima sin las latas de atún, los lácteos, los cereales, los huevos y los embutidos que se compran? Es evidente que no.
Una ideología colectivista, anticapitalista, nos pretende vender la idea de que es posible la vida citadina sin la industria alimentaria, como si fuese posible el regreso a los villorrios del campo. En vez de educar a los consumidores para consumir menos azúcar y grasas, pretende liquidar a la industria alimentaria.
Pero la solidaridad y la filantropía no solo está en la industria alimentaria. Tal como lo hemos informado en ese portal, el sector privado se ha lanzado contra el reloj para colaborar con el sector privado en el equipamiento de los hospitales: compra de 120 ventiladores mecánicos, de 500,000 kits para pruebas moleculares de Covid-19, la producción de 30 millones de mascarillas, respaldo a la producción de respiradores nacionales, entre otros.
¿Qué significa esta impresionante movilización del sector privado en el campo y la ciudad? Una sola cosa: la filantropía y la solidaridad solo son posibles en donde hay sectores que han acumulado riqueza y prosperidad. Si todos fuéramos “iguales” –como en Venezuela, por ejemplo– nadie podría ser solidario con nadie porque todos se estarían arranchando el papel higiénico y los granos que restan en el último mercado.
En este portal no nos queda la menor duda de que el Estado y el sistema de salud se han mantenido en el siglo pasado mientras la economía triplicaba el PBI y reducía la pobreza del 60% de la población a solo 20%, de cara al siglo XXI. Y el Estado y el Ejecutivo no equipaban los sistemas de salud pese a que el fisco estaba repleto de recursos, tal como lo vemos ahora que se anuncia que se invertirá el 12% del PBI para evitar la destrucción del aparato productivo.
En este contexto, la solidaridad del sector privado con la peruanidad amenazada por el Covid-19, con los ancianos, los pobres y los desvalidos, irá en aumento y la sociedad sabrá reconocer a sus empresarios. Sin embargo, el fundamentalismo colectivista hoy pretende señalar que el fracaso del sistema de salud es responsabilidad del “neoliberalismo”. Locuras extremas.
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