Las bancadas de la centro derecha –entre ellas Fuerza Po...
Tal parece que las actuales temperaturas bajas de la serranía andina han enfriado la convocatoria a la gran marcha por la decencia y “contra de la corrupción”, organizada por Gregorio Santos, Verónika Mendoza, Vladimir Cerrón y Walter Aduviri, principales dirigentes de la izquierda radical peruana. La marcha que se debió iniciar el sábado 13 de enero, desde Cajamarca y desde algunas provincias del Perú, pretende replicar la experiencia de la pasada huelga magisterial que duró cincuenta días y que se basó en la movilización de docentes de provincias a la capital.
Al parecer, la convocatoria se ha quedado estancada en las redes sociales y no ha llegado a los medios de comunicación —por ejemplo, a las radioemisoras y a los diarios de las principales ciudades provincianas— para ampliar la convocatoria. La marcha que ya debería estar a medio camino, en medio de las carreteras y los puentes, pero parece que no ha tenido la respuesta que los organizadores esperaban. Hasta donde se ha averiguado no se ha reportado ningún grupo humano caminando hacia Lima por ninguna carretera del país. Los medios provincianos, que por lo general son los primeros en alertar y alentar las manifestaciones públicas, no han informado nada al respecto. Sabemos que Verónika Mendoza, de Nuevo Perú, estuvo en Cajamarca para iniciar el recorrido desde allí. Y sabemos, además, que no lo hace en la ciudad del Cusco porque —según nos comentaron algunos dirigentes de la izquierda de la ciudad— su propuesta política y su conducta ya no es bien vista por ellos.
En efecto, la unión de los dirigentes del radicalismo extremo nacional gira alrededor de un plan antisistema que no esconden. Para ellos, la llegada del Papa Francisco al Perú —en medio de la multitud de fieles católicos— debe aprovecharse para difundir su plataforma de lucha, que consiste en la convocatoria a una asamblea constituyente y elecciones generales inmediatas, con el objeto de avanzar en imponer las fórmulas del colectivismo radical que han fracasado en Venezuela.
Para Gregorio Santos, de MAS Democracia, y sus socios políticos de ocasión, las multitudes que se reunirán en Lima con motivo de la llegada del Papa no son impedimento alguno para manifestarse en contra del sistema que ha sacado de la pobreza al país como nunca antes desde a los años noventa. La dirigencia radical ha confundido lamentablemente en dónde estarán las multitudes: una que será real, de carne y hueso, que llegará a Lima con sus propios medios, por su cuenta y riesgo, movida por su fe, por su sana intención de amar a Dios y al prójimo; y otra que será reclutada y llevada a Lima justo en los días en que el catolicismo peruano confirmará su fe basada en la reconciliación entre todos los hombres. La convocatoria, entonces, del radicalismo nacional empieza a verse como una afrenta a la fe que mayoritariamente profesa el Perú.
Crear caos en la capital el día de la llegada del Papa Francisco ha sido una mala idea. Tal vez ya los organizadores de esa marcha ya se dieron cuenta de su despropósito. Una vez más queda en evidencia cómo las cegueras ideológicas alejan a los políticos de la realidad. Olvidar que el Perú, más allá de las adhesiones y rechazos, es un país mayoritariamente católico revela la manera en que las ideologías empujan a los actores a una vocación de secta. Si la marcha del radicalismo fracasa, entonces el Perú estará firmemente enrumbado hacia un camino de entendimientos.
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