La comisión de Constitución del Congreso de la R...
De acuerdo a nuestra Constitución, el Poder Ejecutivo concentra todo el poder político, institucional y económico de la República. Preservar, entonces, las libertades en contra del Gobierno central, parece una empresa complicada, por no decir imposible. Sin embargo, luego de seis meses de administración de Pedro Castillo, si bien estamos ante el Gobierno más desorganizador y destructivo de nuestra historia republicana, el Ejecutivo no ha podido tocar un solo pelo del sistema político y económico de la República.
Para resumir las cosas se podría sostener que el Perú era una república que permitió que emergiera un Gobierno comunista ortodoxo que proponía abolir la Constitución del sistema republicano con que había sido elegido. Sin embargo, ya en el Gobierno, el Ejecutivo colectivista no pudo implementar su proyecto por la resistencia de la sociedad y de las instituciones republicanas. Pese a todo, el Perú sigue siendo una república con un Ejecutivo antirrepublicano.
Bueno, el sistema republicano, desde la Antigüedad, nació para controlar el poder y el despotismo; ya sea de un autócrata, pero también el despotismo del pueblo, de los muchos. Algo de eso está pasando en el Perú. La sociedad está en alerta y no permite que pase el comunismo.
Sin embargo, ¿puede continuar esta situación de manera prolongada? Si no se forma una mayoría republicana en el Congreso a favor de la vacancia y de una convocatoria de elecciones para el Ejecutivo, entonces la oposición deberá ser extremadamente imaginativa para preservar las libertades.
Por ejemplo, debe seguir en la vertiginosa organización de colectivos y asociaciones, de abajo hacia arriba, para llenar los vacíos que dejan los débiles partidos del centro y la derecha. El reciente fracaso del progresismo en volver a movilizar a la ciudadanía, si bien deja en claro que el Perú es el único país en América Latina en que la centro derecha ha ganado las calles, resulta insuficiente para seguir creando una conciencia nacional contra el colectivismo. Allí existe un gigantesco trabajo por hacer.
De otro lado, la mayoría republicana en el Congreso debe blindar con acero a las instituciones nacionales para que resistan las tradicionales estratagemas del Foro de Sao Paulo, que buscan instrumentalizar a las instituciones. Por ejemplo, las fuerzas armadas y policiales, el sistema de justicia, los sistemas de control y el manejo económico del Estado (como en el caso del tribunal fiscal) deben ser reforzados en sus autonomías institucionales. Una mayoría republicana debería estar aprobando leyes en ese sentido.
Igualmente, la mayoría republicana en el Congreso debe entender que debemos empoderar a cualquier costo la institucionalidad económica que ha surgido en el Estado en las últimas décadas. El Ministerio de Economía y Finanzas y el Banco Central de Reserva –como entidades autónomas, ajustadas al marco constitucional y las leyes– son fundamentales para la continuidad de las libertades. El colectivismo no puede avanzar con una institucionalidad económica respetuosa de la Constitución.
Por otro lado, lo que parece inaceptable es que en el Congreso prospere el populismo. Proyectos de ley que pretenden destruir el sistema privado de pensiones y la ley que devuelve los aportes del Fonavi parecen iniciativas y normas que desconocen la importancia de la economía, el crecimiento, y la preservación de las clases medias, en la lucha por la libertad.
Por el contrario, la oposición debería estar aprobando leyes que promuevan la inversión y fortalezcan los mercados para enviar una clara señal a la sociedad y al mundo: pese a tener un Ejecutivo colectivista, el Perú sigue siendo un sistema republicano.
Cuando superemos el Gobierno de Pedro Castillo una de las cosas más importantes será que la sociedad procese una gran reforma cultural y los peruanos se curen por décadas del comunismo, el colectivismo y el progresismo.
COMENTARIOS