La comisión de Constitución del Congreso de la R...
En un interesante artículo de Carlos Adrianzén que se publica hoy en este portal (Ver artículo) se establece que en la década entre el 2013 y el 2022 el Perú cambió de signo ideológico hacia la izquierda. La opresión institucional y política se acrecentó, se recortaron libertades y las sobrerregulaciones y procedimientos estatales convirtieron al país en uno de los más burocráticos del mundo. Según Adrianzén, el resultado de este viraje ideológico es la lentificación del crecimiento, el incremento de la pobreza, y el aumento de la población dependiente de las dádivas estatales y, por lo tanto, más proclive a los programas afiebrados del populismo y del colectivismo.
¿Cómo es posible que el Perú y la sociedad viren hacia las izquierdas desde el 2013 si estos sectores recién ganaron las elecciones en el 2021 con Pedro Castillo y Perú Libre? La izquierda peruana, en su versión progresista renunció adrede a formar partidos, presentar programas y competir en las elecciones nacionales. Se dedicó a organizar oenegés en temas de minería, medio ambiente, Derechos Humanos, ideología de género y otros tópicos. Sobre esa estrategia las izquierdas ganaron los sentidos comunes de la sociedad, influyeron decisivamente en medios de comunicación y en partidos políticos, y todos los gobiernos e instituciones fueron conducidos hacia paradigmas colectivistas y anti inversión privada. Hasta en la reforma política la demonización del sector privado está presente.
Según diversos estudios de entidades multilaterales, el Perú está entre los ocho países más burocráticos del mundo, registra un 30% más de carga burocrática que el promedio de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), y su calidad regulatoria siempre estuvo debajo de los miembros del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) y de la Alianza del Pacífico. Semejantes indicadores se registraban antes de la elección de Castillo. Luego del triunfo de Perú Libre el país, simplemente, ha perdido cualquier espacio de competitividad.
¿Cómo entender la burocratización del país? La única explicación: las narrativas que demonizan al empresariado y lo sindican como el responsable de la pobreza, las exclusiones e, incluso, la corrupción. Ante la consolidación de este relato el resultado inmediato es el empoderamiento del Estado y la creación de una poderosa burocracia a través de las sobrerregulaciones y procedimientos estatales. El objetivo: contener la supuesta voracidad empresarial. Una clara receta soviética para crear fábricas de pobreza.
Cualquiera sea el sector que se analice, desde la creación de una pequeña empresa hasta una inversión minera, la burocracia lo cubrirá todo. En el Instituto de Economía y Desarrollo Empresarial (IEDEP) de la Cámara de Comercio de Lima se acaba de señalar que un permiso de explotación minera en Canadá toma cuatro semanas, otras tantas semanas en Chile, sin embargo, en el Perú demanda un año y medio. Semejante burocracia pone en peligro inversiones de cerca de US$ 6,000 millones en los siguientes años.
En los sectores emergentes y excluidos de la sociedad el viraje de la sociedad hacia las izquierdas y la burocratización del Estado desencadena mayores niveles de informalidad. En este contexto, no es de extrañar que Cajamarca, Puno, Huancavelica, Huánuco y Cerro de Pasco, las cinco regiones más pobres del país según el INEI, concentren niveles de informalidad económica y social sobre el 80% de la población.
De allí se deduce que el viraje de la sociedad hacia la izquierda –que, inevitablemente, tenía que culminar en la elección de Castillo–, no solo genera burocratización generalizada, sino que desencadena informalidad y pobreza. De esta manera el círculo de las narrativas de izquierda se cierra con el aumento de la pobreza; es decir, con el aumento de la población que depende de las dádivas estatales. En otras palabras, aumentan los peruanos más proclives a la demagogia, el populismo y el colectivismo, que prometen paraísos terrenales y expropiacione, para luego sojuzgar a una nación por varias décadas y repletar los cementerios con cadáveres.
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