Carlos Adrianzén
Observaciones técnicas de la década que pasó
Transitando hacia la izquierda y la pobreza
La década que acaba de cerrar (2013–2022) fue muy áspera. Similar, en términos de rebaja de performance económica, a lo observado en otras décadas–preámbulo. Lo inquietante aquí es que no nos hemos tomado un tiempo para ponderar lo que nos ha pasado. Aun asumiendo algo inverosímil –que el planeta y la región se mantuvieran estáticos– nada será igual en las décadas venideras.
En estas líneas, buscando enfocar las implicancias de lo sucedido (mientras nos gobernaban hordas de personajes tremendamente accidentados –por comportamiento y por origen– en el Ejecutivo y fuera de él), procederemos a enfocar los principales hechos del periodo. Graficándolos para discutirlos y dibujando sus consecuencias mediatas, a modo de corolarios.
Hecho estilizado #1: El cambiazo
En la última década el Perú cambió significativamente su rumbo ideológico. Que no nos queramos dar cuenta, no altera nada. Los estándares concretos de sus libertades económicas y políticas –publicados regularmente por instituciones globales reconocidas y presentados aquí por su complemento– contrastan un claro avance hacia la mayor intervención estatal (léase la opresión significativa de derechos políticos y económicos básicos). Es decir, el país camina hacia la izquierda (ver Figura I).
Metafóricamente, no hemos llegado a La Habana, pero hemos avanzado hacia este aciago destino.
Corolario #1
Ceteris paribus, para la década en curso, resulta anticipable la profundización de la corrupción burocrática, de la pobreza, el deterioro de la distribución del ingreso, del empleo adecuado, la compresión de la inversión privada, así como el registro de un ritmo de crecimiento per cápita reducido o nulo.
Hecho estilizado #2: la generalización
Lo sucedido entre las impúdicas gestiones gubernamentales desde Humala a Castillo no fue una sorpresa. Con el cambio ideológico –inflar el botín y relajar los controles institucionales– la masificación de la corrupción burocrática se percibía día a día. Y con ello el desprecio popular y externo al gobierno de turno. La Corrupción Burocrática se registraba desde Palacio de Gobierno y el Congreso hasta las calles y los programas de televisión. Incluso, en los índices de Transparencia o el Banco Mundial (ver Figura II).
Corolario #2
Nótese que una evolución negativa y persistente de este tipo de índices altera significativamente la efectividad de las políticas públicas. Daña severamente la calidad de los servicios públicos en áreas socialmente críticas como Salud, Justicia, Defensa, Seguridad Ciudadana o Educación, mientras reduce y/o sesga la proveeduría de infraestructura. Algo así como una continua lluvia sobre terreno mojado.
Hecho Estilizado #3: un deja-vu hacia la pobreza posvelasquista
Se retorna a una tendencia hacia la acumulación de población pobre (léase: de población dependiente de las dádivas estatales, al estilo cubano, mexicano o argentino). Con la ideologización de la burocracia, el alza continuada de su corrupción, la desaparición del crecimiento económico por persona previo (quinquenalmente, de aproximadamente desde 5% a 0.0%) tanto como la creciente ineficiencia de la gestión del gasto estatal –a pesar del abultamiento de su escala real– dan sus frutos: la tasa de incidencia de la pobreza implosiona. Una suerte de vector contractivo persiste. Quizá por candidez algunos aún sostienen que este tipo de administraciones son técnicamente incapaces y … no saben lo que hacen.
Corolario #3
Un observador electoral acucioso descubriría como estos tres primeros hechos estilizados de la década pasada –aún frescos– parecerían estar diseñados –ex ante– con fines electorales. El elector promedio aún desconoce el tránsito factual hacia la izquierda, y asocia a diferentes gestiones corruptas como de derecha (o que se habrían derechizado). Ergo, los aliados del actual gobierno presentarían la misma receta que hoy nos hunde y corrompe… como algo nuevo o fresco. No se sorprenda pues, ni por los antecedentes, ni por las ofertas de política económica de los candidatos en las próximas elecciones generales.
Hecho estilizado #4: el perro del hortelano se hizo obeso
Mientras la presión tributaria se infla, la brecha externa corriente se reabre nuevamente y la inversión privada se comprime, el aparato estatal –asociado al deterioro de los índices de corrupción de sus servidores– ya ocupa un rol protagónico en la economía. Se estabiliza consumiendo un tercio de todos los recursos disponibles en el país. Nótese que los dos grandes desequilibrios macroeconómicos –el fiscal y el de la cuenta corriente de la balanza de pagos– se amplían simultáneamente, aún bajo un entorno de extraordinarios precios externos.
Corolario #4
Si enfrentásemos una secuela de fenómenos meteorológicos abultados (El Niño y La Niña), dadas las condiciones institucionales locales, el pronóstico macroeconómico del país para el próximo quinquenio podría ser accidentado, sino acaso reservado. Recuerde que no son estos eventos los responsables (como se nos quiere hacer creer). En los años venideros pagaremos las facturas de las pésimas gestiones de la década pasada.
Hecho estilizado #5: enrumbados
Si queremos resumir dónde estamos a inicios de la década subsecuente, la respuesta es simple. Hemos dejado de recuperar nuestra ratio de desarrollo económico relativo, e ingresado a una fase caída-década negativa mientras no somos capaces siquiera de cumplir nuestro compromiso inflacionario. Este último acápite tiene una importancia central. La inflación alta reemerge bajo un entorno políticamente definido (hacia la izquierda). El directorio del Banco Central de Reserva insiste que no hay motivos de preocupación, como sostenía el capitán del Titanic. E incluso merece destacarse como caemos en un nivel de autocomplacencia enfermizo. Nos felicitamos de estar donde estamos comparándonos –claro– con los estrepitosos fracasos económicos de Cuba, Venezuela, Argentina, Brasil o México.
Corolario #5
Este quinto corolario es uno de cierre. A pesar de las cifras, es importante destacar que ciertos planos de la institucionalidad peruana (en la Fiscalía, el BCR, la Policía Nacional o la Contraloría, entre otros organismos) han dado la talla. Aún defienden sus mandatos constitucionales. La cosa pudo ser mucho peor. En el futuro los retos persisten abiertos. Los triunfos nunca son definitivos.
Es momento de aprender de nuestra historia. Usualmente, detrás de una década mala –de preámbulo– llega otra mucho peor. La década de los sesenta configura un ejemplo gráfico.
A pesar de los esfuerzos de nuestros hermanos latinoamericanos de izquierda por ayudarnos a hundirnos –y de lo duro que sería el recambio– es momento de enriquecer la historia. Obsesionarnos por crecer a un ritmo alto en libertad y reduciendo la pobreza.
¿No les parece?
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