La comisión de Constitución del Congreso de la R...
La economía comienza a ser un personaje decisivo en campañas
El candidato del Apra, Alan García, en entrevista con El Montonero, señaló que el Perú podía crecer un 6% anual y reducir la pobreza a menos de 10% en el 2021. Sobre la marcha, PPK también asumió las banderas del crecimiento económico, pero precisó que crecer a 6% no es realista. Las cifras y pronósticos del pepekausista oscilan entre 4% y 4.5% de expansión económica. Por su lado, el ex ministro de Economía, Luis Carranza señaló que si se ejecuta la cartera de proyectos mineros hacia el 2020, que suman alrededor US$ 64,000 millones, la economía podría agregar más de 3 puntos de crecimiento y sería absolutamente posible un incremento del PBI de 7.6%. Hasta allí el optimismo.
Pero la izquierda también tiene la economía en agenda: el profesor Sinesio López de la universidad Católica señala que si la desaceleración se profundiza se desataría una polarización social que favorecería una polarización política entre izquierda y derecha que terminaría favoreciendo las candidaturas de la zurda. Al margen de lo discutible de los análisis y los enfoques, es evidente que el crecimiento será uno de los personajes principales de la próxima campaña electoral. Una buena noticia, porque, a estas alturas, el intento maniqueo de polarizar entre “decentes y corruptos” va quedando en el olvido ante la enorme sombra de las agendas de Nadine.
Discutir sobre temas de fondo y no alrededor de estrategias de liquidación del adversario construye espacio público, desarrolla comunidad política y establece consensos y disensos de largo plazo. El gran problema para la izquierda es que ingresar a este debate, como reza el viejo dicho, la llevaría a ir por lana y salir trasquilada. Todo lo que huela a estatismo, proteccionismo, controles de precios y “diversificación industrial” asistida por el estado vuela por los aires, no solo porque el velasquismo fue uno de los “fundadores” de los desastres latinoamericanos, sino porque las recesiones en Venezuela y Brasil representan la mejor confirmación de los yerros.
Considerar que la caída de los precios de los minerales y la consiguiente desaceleración económica es el espacio ideal para sacar del mausoleo las fórmulas estatistas puede convertirse en un verdadero Waterloo ideológico. Sin embargo, luego de estas anotaciones, surge la pregunta ineludible: ¿Cómo retomar tasas altas de crecimiento que nos permitan seguir reduciendo pobreza como antes?
Una respuesta simple podría ser ejecutar la cartera de proyectos mineros. Pero eso por sí solo también suena demasiado general. En el actual contexto de globalización y de desaceleración planetaria, el Perú no recuperará tasas altas de crecimiento si es que no construye un nuevo estado y supera el viejo armatoste del siglo pasado. En los últimos 25 años la inversión privada, de las grandes corporaciones y de los millones de emprendedores, hizo su trabajo. Los mercados redujeron pobreza, desigualdad e incluyeron como nunca. Pero ay, el estado siguió fracasando.
¿Cómo se construye un nuevo estado? Una idea inicial es desarrollar una movilización institucional. Si el jefe de estado electo se lo propone puede impulsar una verdadera cruzada institucional para proveer justicia, seguridad y predictibilidad. Igualmente, nada justifica los gigantescos retrasos en infraestructura que anulan las posibilidades de diversificación industrial. Sin carreteras, sin energía, sin internet, ¿cómo se pueden complejizar las economías? De otro lado, la lentitud en las reformas de educación y de salud –no obstante los avances- no se justifican de ninguna manera. ¿Cómo se puede desatar una ola innovadora ante las deficiencias del capital humano?
En síntesis las elecciones podrían transformarse en un momento privilegiado para debatir los temas de fondo y alejarnos de las leyendas que organiza la izquierda. Poner el tema del crecimiento como parte de la agenda electoral es un gran inicio.
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