La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Los sectores progresistas del Perú y una gran parte de políticos han comenzado a señalar con insistencia que el actual Congreso de la República no tiene ninguna legitimidad porque su aprobación apenas llega al 10% de la ciudadanía. Bajo este argumento el Legislativo no debería ejercer las funciones exclusivas y excluyentes y el control político que le reconoce la Constitución. Cuando el análisis de la aprobación en las encuestas se traslada al frágil Ejecutivo, la conclusión inmediata es que se deben adelantar las elecciones nacionales.
Los progresistas y los políticos que en el país suelen invocar estos razonamientos no reparan que son los mismos argumentos que utilizaron todos los autoritarismos, los fascismos, los bolchevismos y los chavismos de la región para aplastar los procesos de construcción de una república.
Para salir de las generalidades vale, en primer lugar, tratar de definir el concepto de república. Según diversas corrientes filosóficas y políticas, la república moderna es aquella en donde las mayorías eligen las instituciones (Ejecutivo y Congreso), pero donde solo gobiernan las instituciones establecidas en la Constitución a través del procedimiento constitucional. ¿Por qué solo gobiernan las instituciones? Porque la idea de república surgió en el pensamiento occidental con el objeto de representar a todos los miembros de una comunidad y semejante objetivo solo es posible si las instituciones controlan el poder de uno, de pocos y de muchos (la idea del pueblo, la idea de la mayoría, de aprobación en las encuestas).
Hoy, los progresistas peruanos y algunos políticos invocan el argumento de las encuestas para el adelanto electoral, no obstante que la idea de la mayoría, del pueblo o de la aprobación moderna en las encuestas sobre las constituciones y las instituciones siempre fue el peor enemigo de los sistemas republicanos. En otras palabras, la mayoría se puede convertir en una dictadura, en una tiranía.
Desde Aristóteles hasta los padres fundadores de Estados Unidos la tiranía de las mayorías siempre fue una de las peores amenazas contra la república. El gran filósofo griego solía señalar que el pueblo se puede convertir en un tirano más feroz que la tiranía de uno solo cuando un demagogo se dedicaba a elogiarlo. Y los padres fundadores de Estados Unidos se resistieron a llamar a la república de Estados Unidos como democracia para diferenciarla del gobierno de las mayorías circunstanciales.
Efectivamente, todas las repúblicas que han sobrevivido en la historia de la humanidad son las que lograron el gobierno de las instituciones sobre la dictadura de las mayorías o el humor circunstancial de las muchedumbres. Y todas las repúblicas fueron aplastadas por las mayorías efímeras que se expresan en las modernas encuestas de hoy.
La república de Roma, la república más longeva de la historia de la humanidad –con cuatro siglos y medio de continuidad– fue aplastada cuando Julio César cruzó el Rubicón apoyado por turbas circunstanciales. El bolchevismo, el nazismo, y los chavismos latinoamericanos, el golpe de Fujimori en los noventa y las invocaciones de Pedro Castillo “al pueblo”, forman parte de estos libretos jacobinos que invocan a las mayorías, a la aprobación de las encuestas, para quebrar instituciones y procedimientos.
Es hora, pues, de entender qué estamos diciendo cuando invocamos las encuestas como “argumento constitucional”. Igualmente es hora de entender que somos responsables de los yerros y estropicios del actual Congreso porque algunos apoyaron el referendo y el golpe de Martín Vizcarra, que terminaron destruyendo el sistema político en el país.
Y, sobre todo, es hora de entender que las instituciones existen porque tienen plazos constitucionales y que cuando ellas sobreviven a las contingencias de la coyuntura, generalmente construyen las bases de un sistema republicano en donde puede prosperar la libertad.
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