La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Los seis meses de administración de Pedro Castillo no solo nos dejan tres gabinetes y una sensación de inestabilidad permanente –una especie de implosión y destrucción de los avances institucionales, políticos y económicos de las últimas tres décadas–, sino que también están desvelando la orfandad ideológica, cultural y programática de las izquierdas en general. La pobreza ideológica de estos sectores y su voracidad de poder es única en el continente, quizá solo comparables con las de la izquierda venezolana. Una tesis que debería formar parte de las investigaciones académicas.
El fracaso de la izquierdas comunistas –ya sea en sus versiones de Perú Libre o del Movadef– o de las corrientes progresistas pragmáticas –muy presentes en los últimos gobiernos– a través de los gabinetes Bellido y Vásquez, desvelan una orfandad ideológica que no se contemplaba desde el derrumbe del velascato.
Como todos sabemos, las reformas estatistas del velascato (programa de Perú Libre) explican dos décadas de cero crecimiento (las de los años setenta y ochenta), una caída del PBI de más del 30% y el empobrecimiento de más del 60% de la población. Luego de esta tragedia nacional las reformas económicas de los noventa posibilitaron triplicar el PBI y reducir la pobreza del 60% de la población a 20%, hasta antes de la pandemia.
A partir de esas reformas económicas, la izquierda –ya sea en sus versiones progresistas o comunistas– comenzó a armar una serie de relatos en temas como Derechos Humanos, medio ambiente, inversiones en recursos naturales y agroexportaciones que, de una u otra manera, pueden explicar la llegada al poder de Pedro Castillo. Finalmente, sin todos esos relatos progresistas acumulados Perú Libre jamás hubiese ganado la última elección.
Sin embargo, los seis meses de administración de Castillo y los tres gabinetes integrados por sectores comunistas y progresistas han logrado lo que parecía imposible: detener el crecimiento y el proceso de reducción de pobreza. La economía del país crecerá menos de 3%, debajo del promedio mundial, no obstante el envión hacia arriba de los precios de los minerales, sobre todo los del cobre.
Igualmente, los gabinetes de la izquierda han empezado a desmontar todos los avances de la reforma educativa –sobre todo la carrera pública magisterial–, se ha alentado a las minorías radicales y violentistas en las zonas mineras, se han comenzado a nombrar prefectos ideologizados vinculados al Movadef y se han desarrollado anuncios económicos (desde la constituyente hasta la nacionalización del gas) en contra de la Constitución y las leyes. El resultado es el país casi destruido que tenemos, como si los peruanos enfrentáramos a un ejército de invasión extranjero.
El fracaso de las izquierdas, entonces, se nota al primer golpe de vista. Las izquierdas progresistas que –en las últimas décadas– solían desarrollar sus relatos sin cuestionar el modelo económico, han dejado en claro, con su apoyo a la administración Castillo, que solo representan una voluntad de poder y una voracidad estatal sin parangones en la región.
Planteadas las cosas así, los sectores republicanos que defienden las libertades políticas y económicas deberían entender que hoy han comenzado a disputarse los relatos y narrativas que explicarán el fracaso del Gobierno de Castillo y los sectores de izquierda. Por ejemplo, algunos sectores progresistas comienzan a señalar que el Gabinete que preside Héctor Valer es uno de centro derecha.
Hoy las cosas van quedando claras. La izquierda comunista no se reformó política ni culturalmente, y sigue remando sin rubores por el lado del eje chavista. A las izquierdas progresistas solo les interesa la cuota estatal y suelen relativizar las ideas vinculadas al proyecto republicano. Es el reino del pragmatismo total.
Por todas estas consideraciones la pregunta que comienza a surgir es la siguiente: ¿cuál es el relato que explicará el fracaso general del Gobierno de las izquierdas en el Perú?
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