Las bancadas de la centro derecha –entre ellas Fuerza Po...
El gobierno acumula errores en conflictos sociales
En una sociedad en que se ha reducido pobreza del 60% al 20% de la población en los últimos 25 años —en base a tasas de crecimiento de 6% en promedio anual—, de pronto la expansión comienza a lentificarse y la sombra de la pobreza vuelve a amenazar a la gente. ¿Qué suele suceder? Pues que los sectores que dejaron de ser pobres y se beneficiaron de la reciente prosperidad comienzan a impacientarse y a buscar salidas desesperadas.
Algo de eso está detrás de la huelga magisterial que no amaina, con los diversos conflictos sectoriales y el casi permanente intento de bloquear la producción minera del sur del Perú. Es evidente entonces que en la base de los recientes conflictos hay razones justificadas para protestar y reclamar. Sin embargo, en la medida que el crecimiento se lentifica, la recaudación tributaria cae y la disponibilidad de la caja fiscal se reduce, lo que el Estado no puede hacer es renunciar al principio de autoridad, al ejercicio de la ley y la preservación del orden. Sobre todo cuando el Movadef, brazo político de Sendero Luminoso, ha abierto una competencia con todos los sectores antisistema (desde los seguidores de Gregorio Santos hasta los discípulos de Antauro Humala) alrededor de cuál es la propuesta más radical e intransigente.
El gravísimo error del presidente Kuczynski de recibir en Palacio a los sectores radicales del magisterio, de la noche a la mañana, ha derrumbado el principio de autoridad del Estado. Desde ahora los ministros están pintados en la pared porque el conflicto se negociará con el jefe de Estado. Desde ahora lo que digan los ministros no tiene la menor importancia porque el presidente desarrollará la enmienda respectiva.
¿Cuál ha sido el resultado inmediato del gigantesco yerro presidencial? En primer lugar, que la unidad sindical del SUTEP ha volado en pedazos y han surgido señores sindicales regionales que disputan el liderazgo radical y buscan convertirse en interlocutores del jefe de Estado. En segundo lugar, que las posibilidades de maniobra del Movadef se han amplificado de tal manera que es seguro que la ofensiva radical solo podrá amainar cuando se derribe la Ley de Carrera Pública Magisterial y la Evaluación de Desempeño Docente. Es decir, cuando se pulverice una política de Estado a favor de la meritocracia que se ha gestado en los últimos tres gobiernos.
Si a esta situación le sumamos el hecho de que la decisión del Movadef de disputar la conducción de sindicatos, rondas campesinas, federaciones y diversos organismos sociales, de una u otra manera, radicalizará el llamado “movimiento social” el panorama aparece sombrío para un Gobierno que ha reforzado con mayúsculas su imagen de fragilidad e impericia política en medio de una ralentización del crecimiento.
En la medida que el fracaso del gobierno pepekausa en el manejo de esta crisis, de alguna manera, puede significar el fracaso de la democracia, en medio de un desborde social general, la pregunta es inevitable, ¿cómo superar la ola de radicalismo social que se avecina?
Una primera idea podría ser señalar que ha llegado la hora de restablecer la ley y el orden. Si los sectores radicales del magisterio persisten en la huelga debe procederse a los descuentos y a los despidos correspondientes. Si los violentistas siguen bloqueando la minería y otras actividades económicas, y atentando contra el libre tránsito, la policía con el apoyo de la fiscalía debe proceder a detener y a procesar a los implicados, de acuerdo a la Constitución y a las leyes. Renunciar a ejercer la ley e imponer el orden es alentar directamente a que la ofensiva radical continúe hasta que un accidente cobre una lamentable cuota de sangre, algo que interesa sobremanera al radicalismo.
Una segunda idea podría ser elaborar un mapa de riesgos que posibilite movilizar a todas las fuerzas del Estado para evitar que los conflictos estallen, mediante una política sostenida de diálogo y negociación. Negociar antes de que se desate la violencia garantiza la autoridad del Estado y evita que los radicalismos prosperen.
En medio de esta situación, los únicos que parecen tener las cosas claras son los sectores radicales. Para estos grupos el objetivo es llevar al límite las demandas sociales para desencadenar el conflicto frontal con el Estado y acumular fuerzas políticas. Sin embargo, si el Estado reacciona con una combinación de políticas que restablezcan el principio de autoridad, el orden y un sistema de negociación permanente, el Movadef y los sectores radicales se quedarán “sin masas”; o como suelen decir los comunistas, “el pez se quedará sin agua”.
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