La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Todos con los demócratas Pedro Cateriano y Luis Iberico
El día de ayer corrió el insistente rumor acerca de que el nacionalismo intentaría postergar las elecciones durante un año. Las versiones se volvieron más insistentes cuando la señora Nadine Heredia lanzó un tuit en el que sostenía que “como en la peor época, el fujimorismo pretende imponerse con la ayuda de instituciones parcializadas". Casi paralelamente, el dirigente de Todos por el Perú, Áureo Zegarra, señaló que su partido iba a desconocer al nuevo jefe de estado elegido en los próximos comicios. Estos hechos sumados a las “denuncias de fraude”, la violencia desata en los mítines electorales, y la extrema polarización, de alguna manera, organizan un escenario delicado para la democracia.
Ante los rumores y reacciones intolerantes, dos demócratas al frente de instituciones tutelares de la República se reunieron. El Presidente del Consejo de Ministros (PCM), Pedro Cateriano, y el presidente del Congreso, Luis Ibérico, negaron categóricamente la posibilidad de una supuesta postergación de los comicios nacionales. Cateriano señaló “que, según la Constitución, solo cabría postergar las elecciones cuando los votos viciados superen a los válidos”. Por su parte Ibérico discrepó con las decisiones de la autoridad electoral, pero precisó que en su “diccionario no existe la palabra fraude”.
Vale subrayar que los titulares del Ejecutivo y del Legislativo reconocieron que las marchas y contra marchas de la autoridad electoral han enturbiado el proceso electoral, pero agregaron que el deber de cualquier demócrata es acatar la sentencia de los jueces electorales. Y es verdad. De lo contrario no habría elecciones ni democracia.
Los yerros de los jueces electorales de alguna forma pertenecen a la historia de las democracias. En la elección presidencial de Estados Unidos del 2000, el republicano George W. Bush aventajaba por una mínima diferencia al demócrata Al Gore. En las elecciones de La Florida se desató una controversia sobre quién había ganado los 25 votos del colegio electoral del estado. Esos votos definían la presidencia de la República del planeta por excelencia. Se inició un largo proceso de apelaciones para establecer un nuevo cómputo de los votos. Pero, finalmente, Al Gore, quien era considerado el ganador, se allanó a la decisión de los jueces y Bush asumió la presidencia. Es decir, en democracia los jueces electorales pueden equivocarse, pero el deber de un demócrata es acatar la resolución de los jueces. No hay otra.
Los errores de la autoridad electoral están sirviendo de pretexto para desplegar una oscura estrategia en contra de la democracia y la cuarta elección nacional ininterrumpida. Detrás de esta estrategia se agazapan, desde sectores palaciegos, de izquierda y jóvenes cultivados en el anti voto más cerril. El objetivo de la estrategia es deslegitimar un hipotético triunfo del fujimorismo. Cuando un demócrata defiende la democracia y la libertad siempre estará más allá del fujimorismo o del antifujimorismo, tal como lo demuestran Cateriano e Ibérico, políticos conocidos por haber sido archirrivales del Fujimorato.
Siempre vale recordar que las instituciones de la democracia se fortalecen con la longevidad y la democracia solo perdura cuando los plazos y cronogramas de los relevos democráticos se cumplen sin interrupciones. Los sectores que pretenden postergar los comicios recurriendo a argumentos de un supuesto fraude por haber negado el derecho a participar a Julio Guzmán, un candidato en situación expectante, deberían observar que las mismas encuestas que ayer encumbraron al llamado candidato morado hoy encumbran a PPK e, incluso, le otorgan cierta ventaja en la segunda vuelta. El argumento sancionado por las encuestas, entonces, es tan relativo como una pompa de jabón.
En medio de estas polarizaciones y desencuentros, incluso, de cierta campaña en medios internacionales, es hora de que las instituciones y los demócratas hagan escuchar su voz y llamen a la prudencia y la cordura. De lo contrario, se quebrará uno de los activos más importantes del futuro del país: la democracia que se vigoriza con la vejez institucional.
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