La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Candidatos y feria de promesas electorales
Durante toda la democracia post Fujimori se ha solido hablar de que las campañas electorales se desarrollan por la izquierda y el gobierno se ejerce por la derecha. Hay como un especie de cinismo silencioso que nos dice: “No debemos preocuparnos, estamos en campaña, otra cosa es en Palacio”. Sin embargo, ¿cuánto de la desinstitucionalización y la desaceleración que padecemos tiene que ver con esa bipolaridad entre campaña electoral y administración nacional? Creemos que mucho.
Por ejemplo, la señora Keiko Fujimori considera acertado lanzar algunos latigazos al empresariado como parte de la estrategia electoral. Sin embargo, si el empresario es una especie de punching ball al que todos deben golpear, ¿por qué extraña razón el funcionario del estado tendría que eliminar las sobrerregulaciones que ahorcan las iniciativas privadas? A un enemigo hay que asfixiarlo, desaparecerlo, ¿no?
Alan García asume la idea de que el crecimiento reduce pobreza, promete crecer a 6% y bajar la pobreza a 10% en el 2021, pero en seguida nos habla de eliminar cualquier viso de flexibilidad laboral. ¿Alguien cree que se puede recuperar tasas altas de crecimiento sin abordar la reforma laboral que, en la práctica, es una de las causas principales de la elevada informalidad?
En el caso de PPK las cosas no son tan distintas. El líder pepekausista ha demostrado una increíble ductilidad programática, ya sea en los temas de Petroperú o en la casi imposible reforma laboral. De alguna manera PPK se suma ese coro de voces que gustan de cantar mirando a la esquina izquierda.
Lo más extraño con la conducta de los líderes mencionados, identificados como “el elenco estable” y que encabeza las preferencias ciudadanas –al menos hasta hoy-, es que la única explicación de su preponderante ubicación tiene que ver con el temor a perder todo lo avanzado en el último cuarto de siglo. Ese temor ha surgido frente al desastre nacionalista asociado a imágenes como “lo nuevo en política”, “izquierda”, “no establishment”.
En la medida que, en las elecciones del 2011, se mostraron todos los argumentos del anti para encumbrar a Humala, esos razonamientos hoy pueden ser trapos viejos frente a la desaceleración y al miedo a perder lo avanzado en economía y logros sociales. En simple: la gente quiere se multipliquen los Megaplaza. Punto.
En ese contexto, un primer asunto a delimitar es la principal responsabilidad en el actual frenazo de la economía. Nadie niega que la caída de los precios de los commodities es asunto a considerar, pero, en cada retraso, en cada inversión paralizada, ya sea por un conflicto social o una sobrerregulación, siempre está el estado, el estado enemigo de la competitividad, el estado ineficiente que no acompaña al crecimiento y al protagonismo de la inversión privada.
Los líderes del elenco estable olvidan este elemento fundamental para hacer pedagogía ciudadana. Le lavan la cara al estado y contemporizan con las propuestas de la izquierda e, incluso, se suman al intento de resucitar al estado empresario.
El Perú no puede aguantar otro desastre como el nacionalista. Si los candidatos no entienden que la única manera de alejar a los aventureros que pululan en las elecciones es haciendo pedagogía ciudadana que, por lo demás, es absolutamente rentable políticamente, la campaña electoral se convertirá en una feria de promesas. Y ya sabemos que en las ferias ganan los que ofrecen más barato. A alguien se le puede ocurrir decretar la existencia del Paraíso en el Perú y, de pronto, otra vez tenemos al aventurero, al improvisado, quizá al payaso, en una segunda vuelta electoral.
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