La comisión de Constitución del Congreso de la R...
A poco de la llegada del fenómeno, la burocracia sigue siendo una rémora
Los reportes de octubre de los organismos internacionales que siguen la evolución del fenómeno El Niño son preocupantes, Varios de ellos reportan que entre Tumbes y Ecuador hay ahora una masa enorme de aguas calientes cuya temperatura es de 26 grados centígrados. En otras palabras, la amenaza está allí, presente.
Para que se desate un Niño fuerte o extraordinario, según los especialistas, tendría que haber una fuerte evaporación de esas aguas, que no ocurre ahora porque el sol está detrás del continente, pero si la masa sigue allí cuando llegue el verano, su temperatura superaría fácil los 29 grados y entonces se producirían las grandes evaporaciones y las lluvias torrenciales que alterarían el clima. Sigue entonces intacto el riesgo de que El Niño alcance una magnitud de fuerte o extraordinario, y ante ello nos preguntamos. ¿Qué está haciendo el Estado para prevenir los efectos desastrosos de las lluvias y asumir después las tareas de reconstrucción?
Para enfrentar esta contingencia el gobierno reservó un fondo especial de S/.3,000 millones. A diferencia de lo que sucedió en los anteriores episodios de El NIño, esta vez el país sí cuenta con dinero suficiente para prevención y reconstrucción; sin embargo, hasta fines de agosto dichas obras habían avanzado tan solo en un 20% de lo programado. ¿Por qué? Por la obsolescencia de un aparato estatal burocrático, que todo lo obstruye con su tramitología copiosa.
El gobierno se vio obligado por ello a declarar el estado de emergencia en 15 de las 25 regiones del país en las que se espera que el fenómeno causaría estragos, ya sea por las fuertes lluvias, desbordamientos de ríos, huaycos, deslizamientos y tal vez sequía acompañada de fuertes granizadas en el sur andino y el altiplano. Defensa Civil ha identificado 107 lugares “vulnerables” a esos desastres, en los que habitan unas tres millones de personas que son hoy potenciales damnificados.
El Consejo Nacional de Gestión del Riesgo del Fenómeno El Niño (Conagerd-fen), encargado de enfrentar la amenaza y liderado por el ministro de Agricultura y Riego, Juan Manuel Benítez, ha elaborado un plan que prioriza la limpieza de los cauces de los ríos, de los drenes y quebradas, construcción de defensas ribereñas y muros de contención, y la preparación de equipos de emergencias y rescate. También se ha destinado un fondo de US$914.000 para apoyar a los sectores productivos que sean perjudicados por el fenómeno, y se ha comprado unos mil puentes portátiles para enfrentar los daños a la infraestructura vial.
Los trabajos y recursos se han dirigido principalmente a las regiones Piura, Tumbes, Lambayeque y La Libertad, las más vulnerables ante el fenómeno, pero existen otras regiones que también enfrentan la amenaza: Amazonas, Cajamarca, San Martín, Ancash, Ica, Lima, Arequipa, Cusco, Puno, Junín y parte de Ayacucho. En El Niño 1997-98, por ejemplo, se desbordó el río Ica, causando gran destrucción en esa región.
Según el Conagerd-fen, los trabajos de prevención y mitigación estarán terminados en 100% a mediados de diciembre, antes de que comience el verano. Sin embargo, algunas autoridades regionales y municipales de las zonas amenazadas han expresado su preocupación porque dichos trabajos no serían terminados a tiempo.
Los esfuerzos de Benítez y la declaratoria de emergencia aparentemente no han sido suficientes para quebrar los infinitos candados de la maraña burocrática estatal y su tramitología. Paradójicamente, ha sido el actual gobierno nacionalista el que más ha empoderado a esa burocracia improductiva y obstruccionista, en su empeño absurdo de sobre regular las inversiones privadas y públicas.
Apoyo Consultoría advirtió hace algún tiempo que si esos trabajos no culminan a tiempo, la economía crecería solamente 2% o tal vez menos, en vez del 3% proyectado, lo que significaría que El Niño le costaría al país entre 1.5 y 2 puntos porcentuales del PBI.
El panorama ante la proximidad de El Niño es entonces incierto. Solo queda esperar algo parecido a un milagro: que se cumplan, al menos en parte, los plazos de ejecución de las obras señalados por el ministro Benítez.
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