La comisión de Constitución del Congreso de la R...
El desplome del candidato acusado de plagios
Una de las cosas que ha pasado desapercibida en la guerra de encuestas que parece haberse desatado entre los diversos actores políticos, sobre todo, alrededor de los que disputan el segundo lugar de las preferencias electorales, es la manera cómo se ha desplomado la candidatura de César Acuña, no obstante que existían diversos vaticinios acerca de una supuesta permisividad del mundo emergente con respecto a las denuncias de plagio.
Incluso algunos tuvieron la osadía intelectual de señalar que Acuña era una especie de calco y copia de los millones de empresarios emergentes y los centenares de mercados populares que bullen en el país. Pues bien, todos esos argumentos deben ser revisados ante el evidente hundimiento de César Acuña en todos los sondeos de opinión. Pero, ¿cómo algunos llegaron a formular semejantes aproximaciones?
A nuestro entender un sector del país y de las élites todavía no puede asimilar el hecho de que el crecimiento económico de los últimos 25 años haya derribado la mayoría de barreras sociales, culturales y económicas, que se habían levantado en el Perú luego de la Conquista y que pervivieron durante la mayor parte de la etapa republicana. De alguna manera, hablar de una sociedad criolla que controlaba el poder político y económico sobre la base de la exclusión de una sociedad andina era una verdad como la Cordillera de los Andes. Todo eso ha cambiado, pues.
El mercado ha desarrollado una impresionante movilidad social y ahora existen ricos y poderosos que antes pertenecían al mundo andino; y pobres y relegados que antes formaban parte de la sociedad criolla. Sin embargo el crecimiento de las últimas décadas con un estado ausente, ha creado una sociedad formal rodeada de diversas sociedades informales, millones de empresarios populares, y mercados emergentes por doquier.
La imposibilidad de comprender las verdaderas causas de la informalidad que tienen que ver, básicamente, con una legalidad excluyente, con la ley mal elaborada, ha llevado a algunos considerar criterios culturales como las explicaciones de la informalidad. Si las cosas son así, entonces, el empresario informal y los mercados populares existen por una permisividad frente a lo ilícito y no porque la ley establece sobrecostos y barreras imposibles de cumplir por el emprendedor a menos que se acabe con el capital acumulado en una vida y se cancele las posibilidades del mañana.
En este contexto, la desolación intelectual de la izquierda frente al hecho de que en los sectores populares no existen pobres ni proletarios, sino millones de emprendedores que forman la base del futuro capitalismo peruano, también ha jugado su papel en atribuir todas las permisividades al mundo emergente.
Los hechos están demostrando de manera contundente que la picardía y los plagios de un candidato nada tienen que ver con la experiencia de los emergentes que trabajan de sol a sol y que ahorran hasta el último centavo posible, que nada tienen que ver con el cumplimiento casi sagrado de las obligaciones que los emprendedores contraen en los mercados populares.
La permisividad y la criollada siempre fueron prácticas habituales de las élites de la sociedad criolla desde la Conquista. Allí están los hechos históricos para confirmarlo. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, una reacción conservadora pretende atribuir todas las permisividades a la emergencia popular que ha disuelto las bases de la sociedad colonial.
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