La comisión de Constitución del Congreso de la R...
El presidente Castillo decidió mantener la lógica que lo ha venido lanzando a un océano de errores que amenazan acabar con la viabilidad del país. Acaba de nombrar presidente del Consejo de Ministros (PCM) a Aníbal Torres y, de esta manera, la gobernabilidad continuó siendo una pregunta sin respuestas, no obstante que Castillo apenas tiene seis meses en la silla presidencial.
¿Cuál es esa lógica a la que nos referimos? A la idea de formar gabinetes en base a la participación de las corrientes comunistas y progresistas. Los gabinetes Bellido, Vásquez, Valer y Torres, de alguna manera, se sintetizan en la guerra entre ambas corrientes políticas, al margen de cualquier criterio de gobernabilidad y responsabilidad.
Si bien todo indica que los comunistas vinculados a Vladimir Cerrón y Perú Libre se han consolidado con el desplazamiento parcial de los progresistas, es incuestionable que los cuatro gabinetes de Castillo obligan a afirmar categóricamente que la administración Castillo es una de las peores de la reciente historia republicana.
La presencia de Carlos Graham en el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) nos llevaría a sostener que algo podría cambiar a favor de la economía en el despacho de Junín, y que quizá ya no existan las ortodoxias de antes en el MEF. Igualmente, la presencia de César Landa en Cancillería podría indicar que puede haber contrapesos a la diplomacia bolivariana. Sin embargo, la salida de Hernando Cevallos del sector Salud y la designación de Hernán Condori –cuadro neto del cerronismo– nos revelan que el Gabinete Torres es uno compuesto de leales al presidente Castillo y de comisarios políticos de Perú Libre.
La presencia de los progresistas en el Gabinete es un fenómeno que deberán estudiar la sociología política y también la sicología, sobre todo porque horas después de haber sido desplazados en el Gabinete Valer, estas corrientes llamaban a marchar a favor de la vacancia presidencial.
En síntesis, el Gabinete Torres representa más de lo mismo, otro capítulo de la tragedia nacional que se escenifica en el país. Un drama que padecemos los peruanos, no obstante que la situación de la economía mundial y el nuevo superciclo de los precios de los minerales se alinean a favor del crecimiento y la reducción de la pobreza en el país.
El Gobierno de Castillo ha logrado lo que parecía absurdo: detener tres décadas de crecimiento y reducción de pobreza que habían organizado el mejor momento de nuestra historia republicana, con menos pobres y más clases medias.
Todas las proyecciones señalan que este año la economía nacional crecerá por debajo del 3%; es decir, por debajo del promedio de la expansión económica mundial, cuando la libra del cobre sobrepasa los US$ 4.80. Un récord histórico. El dato tiene gran relevancia porque el país es el segundo productor mundial de este metal. El crecimiento entonces debería estar por encima del 5%, los ingresos fiscales deberían reducir significativamente el déficit y se deberían recuperar las pérdidas del Fondo de Estabilización.
Nada de eso sucede porque la inversión privada se desploma en el país. El motivo: el anuncio de la constituyente y de las nacionalizaciones de recursos naturales. Pero no solo la economía se desmorona. La institucionalidad estatal se hace añicos.
Por ejemplo, el corredor minero del sur, en donde se emplazan las minas que producen más de 50% del cobre nacional, se ha convertido en una zona liberada de la autoridad estatal. En esa área no hay Constitución ni ley. Y MMG-Las Bambas, una de las minas de cobre más grande del planeta, acumula más de 420 días de bloqueos y paralizaciones desde que la empresa comenzara sus operaciones.
Igualmente, en Lima la falta de gobernabilidad explica una feroz ola criminal que amenaza la vida y la propiedad de todos los limeños, de los pobres y también de los ricos.
El Perú parece derrumbarse ante el ataque de una fuerza de invasión extranjera y la desesperanza se extiende. Sin embargo, cuando más negra es la noche más cerca está la luz del día siguiente. No nos cabe la menor duda.
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